(it.: Enrico Rebuschini).
Señor del soto. Caudillo de la fortaleza. Bien nacido.
Martirologio Romano: En Cremona, en Italia, beato Enrique Rebusquini, presbítero de la Orden de Ministros de los Enfermos (Camilos), que sirvió con sencillez a los afectados por dolencias.
Nació en Gravedona, Como, introducido al comercio, de repente mostró que su naturaleza no se adaptaba y tenía repugnancia para aquella actividad. Se inscribió en el colegio lombardo en Roma y estudió Teología en la universidad Gregoriana. A los 26 años tuvo su primera crisis depresiva. Volvió en familia y por 8 meses estuvo en silencio. De tal crisis Enrique aprendió a confiar más en la infinita bondad y misericordia de Dios que sobre sus fuerzas, sus méritos y su perfeccionismo.
Al año siguiente ingresó en la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (camilos). Fue ordenado sacerdote por el futuro san Pío X, obispo de Mantua (1889). Cuando a los 35 años le dieron la responsabilidad educativa (vicemaestro de los novicios y la docencia en teología), reapareció el espectro de la depresión. Los superiores decidieron así de destinarlo al hospital civil de Verona como capellán y aquí halló de nuevo serenidad y equilibrio. En los sucesivos 32 años trabajó en modo generoso e incansable para sus enfermos, primero en Verona y luego en Cremona. Organizó el voluntariado caritas en hospital y para las visitas a domicilio, fue ecónomo de la clínica y superior en varias etapas para un total de 12 años, el todo sin ningún problema. Verdadero hombre de Dios vivió siempre a la luz de la fe. En la noche obscura de su enfermedad depresiva veía como única luz, el valor del servicio al enfermo "hasta morir por él". Su empeño llegaba hasta el extremo de sus fuerzas en el crecer en el amor de Dios.
Fue un capellán heroico en el quehacer diario, fue un religioso siempre fiel a Dios y a los prójimos a él confiados; se distinguió cuando el hospital de San Camilo de Cremona en la primera guerra mundial se volvió hospital militar acogiendo muchos jóvenes heridos que venían del frente. A los 73 años escribió que sentía perder las fuerzas, en breve un resfrío se transformó en bronconeumonía, pidió el óleo de los enfermos, el perdón de todos y de rezar por él, en la noche recibe también el viático luego entra en la oración con los brazos cruzados y en esta posición murió. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997.
Nació en Gravedona, Como, introducido al comercio, de repente mostró que su naturaleza no se adaptaba y tenía repugnancia para aquella actividad. Se inscribió en el colegio lombardo en Roma y estudió Teología en la universidad Gregoriana. A los 26 años tuvo su primera crisis depresiva. Volvió en familia y por 8 meses estuvo en silencio. De tal crisis Enrique aprendió a confiar más en la infinita bondad y misericordia de Dios que sobre sus fuerzas, sus méritos y su perfeccionismo.
Al año siguiente ingresó en la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (camilos). Fue ordenado sacerdote por el futuro san Pío X, obispo de Mantua (1889). Cuando a los 35 años le dieron la responsabilidad educativa (vicemaestro de los novicios y la docencia en teología), reapareció el espectro de la depresión. Los superiores decidieron así de destinarlo al hospital civil de Verona como capellán y aquí halló de nuevo serenidad y equilibrio. En los sucesivos 32 años trabajó en modo generoso e incansable para sus enfermos, primero en Verona y luego en Cremona. Organizó el voluntariado caritas en hospital y para las visitas a domicilio, fue ecónomo de la clínica y superior en varias etapas para un total de 12 años, el todo sin ningún problema. Verdadero hombre de Dios vivió siempre a la luz de la fe. En la noche obscura de su enfermedad depresiva veía como única luz, el valor del servicio al enfermo "hasta morir por él". Su empeño llegaba hasta el extremo de sus fuerzas en el crecer en el amor de Dios.
Fue un capellán heroico en el quehacer diario, fue un religioso siempre fiel a Dios y a los prójimos a él confiados; se distinguió cuando el hospital de San Camilo de Cremona en la primera guerra mundial se volvió hospital militar acogiendo muchos jóvenes heridos que venían del frente. A los 73 años escribió que sentía perder las fuerzas, en breve un resfrío se transformó en bronconeumonía, pidió el óleo de los enfermos, el perdón de todos y de rezar por él, en la noche recibe también el viático luego entra en la oración con los brazos cruzados y en esta posición murió. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997.
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