(por.: Joana de Portugal).
El Señor es su gracia.
Martirologio Romano: En Aveiro, en Portugal, beata Juana, virgen, hija del rey Alfonso V, que renunció a contraer matrimonio en varias ocasiones y prefirió servir en la Orden de Predicadores e ingresar en el monasterio de Aveiro. Se convirtió, así, en refugio de pobres, huérfanos y viudas.
Nació en Lisboa, era hija del rey Alfonso V de Portugal, y legítima heredera del trono de Portugal. Ella sobresalió principalmente por el coraje y la persistencia con que se opuso a todos los intentos de su padre y hermano de hacer que se casara. Ella había decidido desde la infancia ser la esposa de Cristo y, cuando fuese posible convertirse en religiosa; pero siendo la siguiente heredera del trono, lo cual era por defecto un asunto de hombres, su deseo era particularmente intolerable para su familia y su país. Juana era muy hermosa y su mano fue pedida por varios príncipes. Una vez, en la ausencia de su padre, ella tuvo que encargarse del reino, y en ese oficio se dice haber demostrado gran capacidad.
Sintiéndose llamada a la vida religiosa, en el 1473, ingresó en el convento dominico de Jesús de Aveiro donde las reglas eran severas y estrictamente guardadas. El rey mandó que le privaran del hábito al enfermar gravemente. La llevaron a la Corte cuando arreciaba una peste; logró, sin embargo, que la acompañaran seis religiosas con las que continuó sus prácticas monásticas. A la muerte del rey en 1481, cuando la sucesión portuguesa estaba asegurada, en 1485 pudo emitir sus votos religiosos y volver al monasterio dominicano; por esta causa familiar Juana sufrió muchísimo, y la vuelta al monasterio le devolvió el consuelo. Murió con el olor de la santidad, y los milagros siguieron a su fallecimiento. El papa Inocencio XII, el 31 de diciembre de 1692, confirmó su culto.
Nació en Lisboa, era hija del rey Alfonso V de Portugal, y legítima heredera del trono de Portugal. Ella sobresalió principalmente por el coraje y la persistencia con que se opuso a todos los intentos de su padre y hermano de hacer que se casara. Ella había decidido desde la infancia ser la esposa de Cristo y, cuando fuese posible convertirse en religiosa; pero siendo la siguiente heredera del trono, lo cual era por defecto un asunto de hombres, su deseo era particularmente intolerable para su familia y su país. Juana era muy hermosa y su mano fue pedida por varios príncipes. Una vez, en la ausencia de su padre, ella tuvo que encargarse del reino, y en ese oficio se dice haber demostrado gran capacidad.
Sintiéndose llamada a la vida religiosa, en el 1473, ingresó en el convento dominico de Jesús de Aveiro donde las reglas eran severas y estrictamente guardadas. El rey mandó que le privaran del hábito al enfermar gravemente. La llevaron a la Corte cuando arreciaba una peste; logró, sin embargo, que la acompañaran seis religiosas con las que continuó sus prácticas monásticas. A la muerte del rey en 1481, cuando la sucesión portuguesa estaba asegurada, en 1485 pudo emitir sus votos religiosos y volver al monasterio dominicano; por esta causa familiar Juana sufrió muchísimo, y la vuelta al monasterio le devolvió el consuelo. Murió con el olor de la santidad, y los milagros siguieron a su fallecimiento. El papa Inocencio XII, el 31 de diciembre de 1692, confirmó su culto.
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