16 de octubre de 2014

Santa MARGARITA MARÍA ALACOQUE. (1647-1690).


Martirologio Romano: Santa Margarita María Alacoque, virgen, monja de la Orden de la Visitación de la Virgen María, que progresó de modo admirable en la vía de la perfección y, enriquecida con gracias místicas, trabajó mucho para propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús, del que era muy devota. Murió en el monasterio de Paray-le-Monial, en la región de Autun, en Francia, el día diecisiete de octubre.


Natural de Lhautecourt en Vésrosvres (Borgoña), era hija de un notario real. Tras una infancia bastante difícil (después de la muerte de su padre), en la que fue tratada duramente por los familiares de su tío, sintió la llamada divina a la vida religiosa, de la que se consideraba indigna. Después de un breve y atormentado período de devaneos mundanos (se reprochaba las diversiones que de vez en cuando la distraían), pudo obtener por fin el permiso de entrar a los 24 años en el monasterio de la Visitación de Santa María de Paray-le-Monial (1671), que prefirió al de las ursulinas de Mason o al de las clarisas mitigadas (urbanistas) de Autún, en las cuales había recibido la primera comunión a los nueve años. Por su alergia al queso ("tirofobia"), hubo de soportar atroces sufrimientos, superados de modo heroico; y aunque se sentía inadecuada para la vida de la Visitación, por sus fuertes repugnancias, fue animada por el Señor a hacer la profesión religiosa (1672).
Dos años después, aquella monja de apariencia gris, siempre enferma, muy tímida y torpe, recibió unos mensajes divinos en los que sus superiores se negaron a creer, mortificándola y humillándola; descubrió, sobre todo, a partir de 1673, los tesoros insondables de Cristo, todo caridad, todo corazón al que hay que corresponder con amor y con reparación: "este Corazón que tanto ha amado a los hombre y que tantas ingratitudes recibe de la mayor parte de ellos...; y lo más doloroso es que son los corazones que se han consagrado a mí los que me tratan así. Por eso te pido...". Tal revelación se hizo claramente más drástica en junio de 1675, cuando el Sagrado Corazón le pidió, en el primer viernes, tras la octava del Corpus Domini, que se le dedicara una fiesta particular para honrarlo con la comunión y la reparación. Y se hizo apóstol y evangelista de esa entrega de amor y reparación a Cristo, llamada devoción al Corazón de Jesús, junto con san Claudio de la Colombiere, quién le ayudó a superar todas sus pruebas e incomprensiones de sus superiores y la mentalidad rigorista de los jansenistas de su época. "Mi Corazón se dilatará para esparcir con abundancia los frutos de mi amor sobre aquellos que me honran"; "los preciosos tesoros que a ti te descubro, contienen las gracias santificantes para atraer a los hombres del abismo de la perdición".
Tuvo que sufrir aún, cuando fue enviada por el Señor a hacer de profeta contra la misma comunidad de las salesas; pero al fin en 1684, una superiora, amiga suya, la eligió asistente y maestra de novicias. Así en 1686, fue celebrada en el monasterio por primera vez la fiesta del Sagrado Corazón. Gracias a ella, se iniciaron los nueve primeros Viernes del año, dedicados al Sagrado Corazón, así como la festividad y su dedicación del mes de Junio. La invitación (inspirada) a pintar la imagen del Sagrado Corazón en los estandartes del ejército de Luis XIV no fue transmitida nunca al rey Sol, pero el sagrado emblema fue adoptado luego contra la Francia irreligiosa por los vandeanos y después por los españoles y tiroleses, hasta que en 1873, algunos diputados franceses católicos hicieron votar la consagración de Francia al Sagrado Corazón, simbolizada en el monumento de la basílica de Montmatre. Margarita murió en su monasterio de la Visitación de Santa María de Paray-le-Monial. Todas sus experiencias las dejó escritas en su “Autobiografía”. Su canonización tuvo lugar en 1920 por el papa Benedicto XV. MEMORIA FACULTATIVA.

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