Martirologio Romano: En Tolemaida (San Juan de Acre), cerca de la actual Haifa, en Palestina, san Alberto, obispo, que, trasladado de la Iglesia de Vercelli a la de Jerusalén, dio una Regla a los eremitas del monte Carmelo y, mientras celebraba la fiesta de la Santa Cruz, fue asesinado por la espada de un malvado, a quien había reprendido.
Nació en Castel Gualtieri, diócesis de Guastalla, o quizás Gualtirolo, en la diócesis de Reggio Emilia. Pertenecía a la familia de los condes de Sabbioneta o de los Avogardo, no se sabe a ciencia cierta. Muy joven huyó del mundo y se retiró a un valle solitario donde había un monasterio de canónigos regulares. En 1180, fue elegido prior del monasterio de Canónigos Regulares de Santa Cruz de Mortara (Pavía), en el que dejó huellas muy profundas, a pesar de que sólo lo dirigió durante cuatro años. Cuentan las crónicas que era el primero en la observancia fraterna.
En 1184, fue elegido obispo de Bobbio; y al año siguiente fue nombrado obispo de Vercelli, gobernó la iglesia durante veinte años con gran prudencia y sabiduría. Los Papas le encomendaron misiones muy delicadas entre reyes y príncipes de diversas naciones y en todas demostró sus enormes cualidades de gran diplomático y conciliador: fue mediador entre Clemente III y Federico Barbarroja, cuyo sucesor, Enrique VI, tomó bajo su protección los bienes eclesiásticos de Vercelli y le constituyó príncipe del Imperio. Por encargo de Inocencio III restableció en 1199 la paz entre Parma y Plasencia, como anteriormente lo había hecho en Vercelli para Milán y Pavía. En este mismo año dictó Estatutos para los Canónigos de Biella. Hacia 1200, decidió en un litigio entre el abad y el preboste de San Ambrosio de Milán. En 1201, se encontraba entre los consejeros para la Regla de los Humillados, transformados en Orden religiosa por Inocencio III. En este periodo de Vercelli tuvo especial importancia el sínodo diocesano celebrado en 1191, de gran valor en su parte disciplinar que ha continuado sirviendo de norma hasta los tiempos modernos.
Al renunciar el cardenal Godofredo al patriarcado de Jerusalén, los canónigos regulares del Santo Sepulcro eligieron como sucesor a Alberto. Les apoyó en esta elección el mismo rey de Lusiñán, Amalrico II, y en el 1205, el papa Inocencio III, confirmaba este nombramiento. A principios de 1206, llegaba a Tierra Santa, pero al no poder habitar en Jerusalén, porque estaba ocupado por los sarracenos, fijó su morada en San Juan de Acre, a pesar de que esta ciudad ya tenía su propio obispo. Durante estos años de Patriarca, continuó gozando de la confianza del papa Inocencio III, quien le encomendó muy delicadas misiones y de todas ellas salió airoso este hábil diplomático: fue mediador de paz entre el rey de Chipre y el de Jerusalén, entre el rey de Armenia y el conde de Trípoli, entre éste y los Templarios, entre el rey de Chipre y su condestable. En el terreno eclesiástico, se opuso al arcediano de Antioquía, al que sustituyó por otro; se enfrentó con el conde de Trípoli que tenía prisionero al patriarca de Antioquía; depuso al patriarca griego intruso e hizo elegir a un nuevo patriarca latino; anuló la elección inválida del arzobispo de Nicosia e hizo elegir a otro; negoció con el sultán de Egipto un intercambio de prisioneros y envió legados al sultán de Damasco para lograr la paz en Tierra Santa.
Hacia el año 1208-1209, escribió la “Norma de vida” (regla) carmelita, dirigida al prior del Monte Carmelo, al que llama B., sin más precisión (después interpretado por san Brocardo) llamada por ello “Regla de San Alberto”. Los carmelitas lo veneran como uno de sus fundadores y su legislador. Mientras presidía en Accon (San Juan de Acre), una procesión, fue apuñalado por el maestro del hospital del Espíritu Santo, al que había reprendido por su mala conducta y depuesto de su cargo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario