Casta divina.
Martirologio Romano: En la ciudad de Hipona, en Numidia (hoy Argelia), san Teógenes, mártir, acerca del cual san Agustín predicó un sermón.
teatro romano de Hipona |
Según algunas fuentes de ordinario se ha visto en este Teógenes al obispo de Hipona que asistió al Concilio de Cartago, en 256. En este Concilio, presidido por San Cipriano, se debía tratar la cuestión del bautismo de los herejes.
Durante la persecución de Valeriano, que causó muchas víctimas sobre todo en África, Teógenes sufrió muchos padecimientos, y por fin, treinta y seis cristianos de su iglesia fueron inmolados con él.
Desde el tiempo de San Agustín, en la ciudad de Hipona se honraba a Teógenes como mártir. San Agustín hace alusión a ello, cuando habla del santo sacrificio ofrecido en las basílicas: "Los santos mártires, dice, tienen un rango de honor; sin embargo, no se les adora en lugar de Jesucristo. Cuando oigáis decir,a mí o a otro de mis hermanos, en la memoria de San Teógenes: Te ofrezco a ti, Teógenes, etc., no es Teógenes, etc., a quien yo adoro, sino al Dios que Teógenes adora".
San Agustín da por hecho que hay una memoria de san Teógenes, mártir, que se celebra en su iglesia de Hipona, y que el oyente la conoce. No sabemos si era obispo, no sabemos si tuvo compañeros de martirio, no sabemos si fue en alguna persecusión romana (hasta inicios del siglo IV) o en la de los vándalos (avanzado el siglo IV); el Card. Baronio dice en sus notas al primer Martirologio Romano que hubo en Hipona un templo dedicado a su nombre, pero a decir verdad, nadie sabe de dónde sacó ese dato.
Sólo sabemos -y no es poco- que alguien de nombre Teógenes, en la iglesia norafricana (¿en Hipona? ¿en Cartago?), confesó la fe, y fue reconocido en esa iglesia como mártir, con la suficiente permanencia de su culto como para que san Agustín, en el siglo V, la evocara como algo suficientemente establecido. A eso único se ciñe, como puede verse, la inscripción en el Martirologio Romano actual, que ya no inscribe ni los inciertos compañeros mártires, ni su incomprobable rango de obispo, sino sólo la mención en un sermón de san Agustín.
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