Plutarco: Poder de la riqueza. Sereno: Puro, tranquilo. (Eraclides, Heráclido). Descendiente de Hércules. (Gerón): Persona heroica. Amante. (Herais, Eraide, Rais). (Potamiena «la Joven», Potemienia, Rada, Raida, Raidis): Consejo. Marcela: Dedicado a Marte.
Martirologio Romano: En Alejandría de Egipto, en tiempo del emperador Septimio Severo, santos mártires Plutarco, Sereno, Heráclides, catecúmeno, Herón, neófito, otro Sereno, Heraidis, catecúmena, Potamiena y Marcela, su madre, todos discípulos de Orígenes, que, por confesar a Cristo, unos fueron degollados y otros entregados a las llamas. Entre ellos destacó la virgen Potamiena, que sufrió innumerables pruebas en defensa de su virginidad y, después de padecer por su fe atroces tormentos, finalmente fue quemada viva junto con su madre.
Todos eran discípulos de Orígenes. Paladio relató su martirio. Plutarco, hermano de san Heraclio, futuro obispo de Alejandría. Aquellos dos hermanos habían sido convertidos a la fe al mismo tiempo, por escuchar las enseñanzas de Orígenes. Como Plutarco era un personaje prominente, se le detuvo casi al iniciarse la persecución.
Sereno, otro de los discípulos del maestro, fue quemado en vida; Heraclides, un catecumeno, y Herón, un neófito, fueron decapitados. Otro confesor llamado también Sereno, murió decapitado después de haber sido sometido a crueles torturas. Las mujeres, lo mismo que los hombres, asistían a la escuela de catequesis y tres de ellas sufrieron el martirio. Heraidis, una doncella que aún no pasaba de su etapa de catecumena, «fue bautizada por el fuego», para citar la propia expresión de Orígenes. Las otras dos mujeres, Marcela y Potamiena, eran madre e hija.
Se hicieron reiterados intentos para inducir a Potamiena, que era joven, de buen porte y muy hermosa, para que comprase su libertad, al precio de su castidad; pero la doncella rechazó todas las proposiciones con absoluto desprecio. El juez la condenó a ser despojada de sus ropas, exhibida en completa desnudez y arrojada a un caldero de pez hirviendo. Cuando la muchacha comprendió que iban a despojarla de sus vestiduras, apeló al juez con estas palabras: «¡Por la vida del emperador a quien tú sirves, te suplico que no me obligues a aparecer desnuda! Manda más bien que, vestida como estoy, sea metida lentamente en el caldero, a fin de que tú mismo veas la paciencia con que Jesucristo, al que no conoces, reviste a los que confían en Él». El magistrado le otorgó la gracia que pedía y encargó a uno de los guardias, llamado Basílides, que procediese a la ejecución. Aquel guardia trató a la doncella con mucho respeto y la protegió de los insultos, los golpes y empellones de la muchedumbre. Potamiena le dio las gracias por su gentileza y le prometió que, después de su muerte, le rogaría a Dios por su salvación. Entonces se ejecutó la cruel sentencia. Marcela, la madre de Potamiena, fue ejecutada al mismo tiempo.
Basílides a los pocos días se convirtió y también sufrió el martirio. Se afirma que numerosas personas de Alejandría se convirtieron al cristianismo en razón de que santa Potamiena las visitaba en sus sueños.
Todos eran discípulos de Orígenes. Paladio relató su martirio. Plutarco, hermano de san Heraclio, futuro obispo de Alejandría. Aquellos dos hermanos habían sido convertidos a la fe al mismo tiempo, por escuchar las enseñanzas de Orígenes. Como Plutarco era un personaje prominente, se le detuvo casi al iniciarse la persecución.
Sereno, otro de los discípulos del maestro, fue quemado en vida; Heraclides, un catecumeno, y Herón, un neófito, fueron decapitados. Otro confesor llamado también Sereno, murió decapitado después de haber sido sometido a crueles torturas. Las mujeres, lo mismo que los hombres, asistían a la escuela de catequesis y tres de ellas sufrieron el martirio. Heraidis, una doncella que aún no pasaba de su etapa de catecumena, «fue bautizada por el fuego», para citar la propia expresión de Orígenes. Las otras dos mujeres, Marcela y Potamiena, eran madre e hija.
Se hicieron reiterados intentos para inducir a Potamiena, que era joven, de buen porte y muy hermosa, para que comprase su libertad, al precio de su castidad; pero la doncella rechazó todas las proposiciones con absoluto desprecio. El juez la condenó a ser despojada de sus ropas, exhibida en completa desnudez y arrojada a un caldero de pez hirviendo. Cuando la muchacha comprendió que iban a despojarla de sus vestiduras, apeló al juez con estas palabras: «¡Por la vida del emperador a quien tú sirves, te suplico que no me obligues a aparecer desnuda! Manda más bien que, vestida como estoy, sea metida lentamente en el caldero, a fin de que tú mismo veas la paciencia con que Jesucristo, al que no conoces, reviste a los que confían en Él». El magistrado le otorgó la gracia que pedía y encargó a uno de los guardias, llamado Basílides, que procediese a la ejecución. Aquel guardia trató a la doncella con mucho respeto y la protegió de los insultos, los golpes y empellones de la muchedumbre. Potamiena le dio las gracias por su gentileza y le prometió que, después de su muerte, le rogaría a Dios por su salvación. Entonces se ejecutó la cruel sentencia. Marcela, la madre de Potamiena, fue ejecutada al mismo tiempo.
Basílides a los pocos días se convirtió y también sufrió el martirio. Se afirma que numerosas personas de Alejandría se convirtieron al cristianismo en razón de que santa Potamiena las visitaba en sus sueños.
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