(Lucifer).
Portador de la luz.
Martirologio Romano: En Cagliari, en la isla de Cerdeña, san Lucífero, obispo, el cual, valiente defensor de la fe nicena, sufrió muchas persecuciones por parte del emperador Constancio y fue enviado al exilio. Vuelto finalmente a su sede, murió como confesor de Cristo.
Su padre, hombre violento y ateo, le puso de nombre Lucifer como provocación contra la Iglesia. Lucifer en cambio, se hizo santo y fue elegido obispo de Cagliari. Doctrinalmente fue bastante intransigente y tuvo, una vez muerto, dificultades con la Inquisición. Fue un hombre de su tiempo. Una roca contra la herejía arriana. Se opuso a la condena de san Atanasio de Alejandría, junto con santos Eusebio de Vercelli y Dionisio de Milán, por ello fue exiliado en el 355, por el emperador Constante, después del concilio de Milán donde representaba al Papa. Escribió muchas cartas y muchos opúsculos, pero su genio intempestuoso le valieron muchos enemigos, e incluso, llegó a ahondar más en el cisma de la Iglesia de Antioquía entre Melecio y Eustacio, poniéndose al lado de los nicenos intransigentes. A pesar de todo ello volvió a su sede y sus feligreses le honraron como santo.
El partido de los rigoristas de Nicea, llamados en la historia precisamente «Luciferinos», continuó brevemente a la muerte del obispo, liderado por san Gregorio de Elvira, pero nunca llegó a romper formalmente la comunión de la Iglesia, y, aunque la actuación de estos obispos no haya sido de lo más oportuna ni mucho menos eficaz, la tradición los ha mirado con indulgencia, y resaltado la santidad de sus intenciones y sus disposiciones, más que la pobreza de sus resultados. Tiene culto local.
Su padre, hombre violento y ateo, le puso de nombre Lucifer como provocación contra la Iglesia. Lucifer en cambio, se hizo santo y fue elegido obispo de Cagliari. Doctrinalmente fue bastante intransigente y tuvo, una vez muerto, dificultades con la Inquisición. Fue un hombre de su tiempo. Una roca contra la herejía arriana. Se opuso a la condena de san Atanasio de Alejandría, junto con santos Eusebio de Vercelli y Dionisio de Milán, por ello fue exiliado en el 355, por el emperador Constante, después del concilio de Milán donde representaba al Papa. Escribió muchas cartas y muchos opúsculos, pero su genio intempestuoso le valieron muchos enemigos, e incluso, llegó a ahondar más en el cisma de la Iglesia de Antioquía entre Melecio y Eustacio, poniéndose al lado de los nicenos intransigentes. A pesar de todo ello volvió a su sede y sus feligreses le honraron como santo.
El partido de los rigoristas de Nicea, llamados en la historia precisamente «Luciferinos», continuó brevemente a la muerte del obispo, liderado por san Gregorio de Elvira, pero nunca llegó a romper formalmente la comunión de la Iglesia, y, aunque la actuación de estos obispos no haya sido de lo más oportuna ni mucho menos eficaz, la tradición los ha mirado con indulgencia, y resaltado la santidad de sus intenciones y sus disposiciones, más que la pobreza de sus resultados. Tiene culto local.
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