(ing.: George Gervase).
Labrador.
Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beato Jorge Gervase, presbítero de la Orden de San Benito y mártir, alumno del Colegio de los Ingleses de Douai, que en tiempo del rey Jacobo I, mientras ejercía el ministerio pastoral en su patria, fue detenido dos veces, y no dejó de confesar con constancia su fe católica hasta ser ahorcado.
Benedictinos ingleses |
En 1604 regresó a Inglaterra. Durante dos años ejerció los ministerios apostólicos en diversas regiones, hasta que fue arrestado en 1606, en Haggerston. Estuvo preso en Londres hasta julio de 1606, fecha en que fue desterrado del reino con otros sacerdotes. Jorge hizo entonces una peregrinación a Roma y probablemente solicitó ahí el hábito de los benedictinos ingleses, porque en el mismo año de 1607, a su vuelta a Douai, entre los meses de julio y septiembre, recibió el hábito de manos del prior general, san Agustín Bradshaw. A causa de la oposición que existía en el Colegio Inglés contra los benedictinos, el hecho no se puso en conocimiento de las autoridades del Colegio.
Fue enviado de nuevo a la misión inglesa. Apenas dos meses después de su llegada, fue arrestado y encarcelado en la prisión de Gatehouse, en Westminster. Juzgado en el tribunal de Old Bailey, se rehusó a prestar el juramento de lealtad al rey, en la forma en que había sido condenado por la Santa Sede, pero protestó de su lealtad a la corona. Cuando le interrogaron sobre el poder del papa para deponer a los monarcas, respondió: «Declaro que el papa puede deponer a los reyes y emperadores cuando éstos lo merecen». También confesó que era sacerdote. Fue condenado a muerte inmediatamente. Fue ahorcado y descuartizado en Tyburn, Londres.
Roberto Chamberlain, confesor del mártir, anota que, cuando el verdugo le echó la cuerda al cuello, el P. Jorge levantó los brazos y miró al cielo, en la actitud del novicio que recita el «Suscipe» el día de su profesión. Y así, «abriendo los brazos como si fuesen alas», voló a recibir el premio celestial. Fue beatificado por Pío XI el 15 de diciembre de 1929.
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