Pertenecía a la antigua familia de los Guiti o Guidi. Nació en Certaldo. Desde joven manifestó una clara vocación por la vida solitaria. Pronto conoció a los monjes camaldulenses que tenían una abadía cercana de su casa, cuando sus padres se trasladaron a Volterra, el joven Jaime visitaba la abadía de San Justo, también camaldulense, no lejana a su casa. Deseando ser monje y obtenido el permiso de su padre, en 1230, el abad Martino le dio el hábito blanco camaldulense. Fue devotísimo de María y de San Miguel arcángel; el joven monje fue para todos modelo de oración y mortificación a través de la obediencia a sus superiores y de la práctica constante de sus deberes cotidianos. Hacía muchas penitencias voluntarias para dominar los apetitos de la carne y permanecer concentrado en el Señor; oraba fervorosamente para que fueran aceptados sus pequeños sacrificios para la salvación del prójimo: dormía en el suelo, ayunaba, velaba, soportaba el frío y el dolor del cilício.
Nueve años después fue nombrado rector de una parroquia que dependía del monasterio, en el 1268, fue elegido abad de la comunidad, cargo que aceptó después de muchas insistencias y al que renunció algunos años después para ocuparse de la parroquia donde estuvo hasta su muerte. Su ejemplo contagió a los miembros de su familia, entre ellos su padre, que se hizo también camaldulense. Murió en su ultima residencia de Volterra. Sobre su tumba se obraron muchos milagros.
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