(Marcos Tyeng). Nacido en Marzo. Sublime en lo mandado. Referente a Marte.
(Alejo Ou Syei Hpil). Protector. Que repele el mal.
Martirologio Romano: En el lugar de Sai-Nam-Hte, en Corea, santos mártires Marcos Chong Ui-bae, catequista, y Alejo U Se-yong, que, a causa de su fe cristiana, fueron sometidos por sus mismos familiares a insultos y azotes.
Marcos Chong Ui-bae nació en la localidad de Corea del Sur de Yongin en 1795. Había nacido en el seno de una familia pagana y llegó a la fe siendo adulto. Cuando fue maestro de escuela se casó, pero no tuvo hijos en su matrimonio. Cuando se quedó viudo, le impresionó la cara de alegría de dos sacerdotes católicos a los que tuvo ocasión de ver cuando asistió a su martirio. De esta forma comenzó a interesarse por esta religión “occidental”, leyó libros sobre la fe católica, hasta que decidió su conversión.
Su espíritu, dispuesto más a la verdad que a ofuscarse en sus propias ideas captó inmediatamente la autenticidad de la fe, y así escribió: «creía yo que un cristiano jamás podría ser un hombre de bien, por el contrario, veo que, para llegar a ser un verdadero hombre de bien, es necesario ser cristiano».
Después de recibir el bautismo fue nombrado catequista principal de Seúl y también encontró el modo de ocuparse de enfermos y huerfanos. Aprovechó su posición social para difundir la fe. Se volvió a casar, y de acuerdo con su mujer vivió en pobreza y adoptaron un hijo. En el periodo de las feroces persecuciones anticristianas que sucedió en Corea, Marcos ayudó a muchos católicos a huir al extranjero, pero él prefirió no abandonar el pais.
Una vez apresado, sufrió los consabidos suplicios, sin embargo con él los espías se ensañaron especialmente, sabiendo que era uno de los cabecillas de la comunidad de Seúl; querían hacerlo denunciar a sus correligionarios, y él les daba nombres... de cristianos que ya habían muerto, mientras les decía «ya que para vosotros ser cristiano es un crimen digno de muerte, yo cometo ese crimen, debéis hacerme morir.» Fue decapitado y su cuerpo expuesto, según ley, durante tres días, su cabeza fue suspendida de la barba, ya que era calvo. Su mujer retiró los restos y le dio honrosa sepultura. Mártir en Sai-Nam-The (Corea). Tenía 70 años.
Alejo U Se-yong, nació en 1845, en Seoheung (Corea), en el seno de una familia acomodada. Cuando un catequista le habló del cristianismo, quiso hablar con el obispo san Simeón Berneux, y este le encaminó con el catequista Marcos Chong Ui-bae para que lo adoctrinase y recibiera el bautismo.
Cuando regresó a la casa paterna, tuvo que sufrir el desacuerdo familiar: cada día habría de sufrir violencia -incluso física- y reproches por parte de los suyos, hasta que enfrentó a su padre y le dijo: «Yo no puedo negar la religión del Señor del cielo. Usted dice que yo soy su deshonra, que le lleno de amargura cada momento de su vida; deme entonces permiso para irme». Contra lo esperado, el padre lo deja libre de abandonar la casa, y vuelve a Seúl, donde Marcos lo acoge.
Allí vivió con su catequista, dedicándose a la tradución del Catecismo y de otros textos para ganarse el sustento, y orando permanentemente por la conversión de su familia.
Sus plegarias fueron al fin escuchadas. Se entera por dos cristianos de su provincia que su padre está dispuesto a recibirlo. Vuelve con su familia, y una vez allí su padre le dice: «...hazme conocer los secretos de esta religión, sin ocultarme nada.» Alejo, eufórico, inició de inmediato la explicación de las grandes verdades del cristianismo, y con la ayuda de la gracia, después de unas pocas semanas, su padre, su familia y muchos de su casa, veinte personas en total, recibieron el bautismo.
La familia de Alejo no pudo ya permanecer en su provincia, emigraron al distrito de Non-sai a fin de poder practicar libremente la religión. El padre de Alejo murió pocos meses después, con admirables sentimientos de fe.
Cuando todos los católicos del pueblo fueron arrestados, Alejo, por miedo, abjuró de su fe y fue liberado. Pero pronto se arrepintió y marchó al encuentro de su obispo, que estaba preso, le confesó lo sucedido, añadiendo que había delatado a un catequista. Fue de nuevo capturado y entonces dio la medida de su valor ante las torturas. Era un joven de 19 años. Murió decapitado en Sai-Nam-The (Corea). Fueron canonizados por san Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984.
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