Extranjera, salvaje, bruta.
Nació en Viena, Austria, en el seno de una familia trabajadora. Ella aprende de los sufrimientos diarios a no dejarse vencer frente a las dificultades, por más grandes que estas sean. Desde temprana edad, manifiesta un espíritu misionero y profético frente a los desafíos de la realidad:
En tiempos de guerra, en los que el estado prohíbe la fundación de congregaciones religiosas, reúne jóvenes y con ellas inicia el proyecto de las Hermanas del Inmaculado Corazón de María. Ante una situación social de desempleo en la que el mayor número de nacimientos correspondían a madres solteras, abre una casa de huéspedes para albergar a empleadas domésticas, dándoles orientación y asistencia, evitando que cayeran en la prostitución y otras desigualdades sociales.
Perseguida por el contexto político-económico de Viena y ante la necesidad de salir del país, planea ir a América del Norte, mas las circunstancias hacen que junto a 21 compañeras viaje a Brasil, país del que no conoce ni su cultura ni su geografía. Escribiendo a una compañera le dice: "Llegamos a Río de Janeiro el 9 de noviembre (1848), sin dinero, sin conocer a nadie, sin conocer el idioma, con mucha hambre, pero llenas de confianza en Dios y en Nuestra Señora”.
En una época en que las mujeres no tenían participación social, acceso a los conocimientos y a la educación escolar, se convirtió en educadora y permitió el estudio a las niñas, especialmente a las huérfanas y pobres. Atenta a los hechos, percibe otras necesidades de la época: asilos y pensionados. Ante las epidemias de cólera y fiebre amarilla y por la Guerra con Paraguay, se hace cargo de las actividades en dispensarios y hospitales. Frente a una sociedad que mantiene el sistema de la esclavitud, María Bárbara no acepta que las personas que trabajan junto a las Hermanas lo hagan en condiciones de esclavitud, todos realizan los mismos servicios y tienen los mismos derechos en una relación de total igualdad y colaboración.
En un contexto en el que las órdenes religiosas eran de estilo puramente contemplativa, María Bárbara hace una innovación: una forma de Vida Consagrada forjada para el trabajo profano y social. Este modelo de la Vida Religiosa era nuevo tanto para la Iglesia como para el gobierno. Ella fundó el 8 de mayo de 1849 la primera congregación femenina de vida activa en Brasil.
Con inteligencia, abre nuevos caminos, vence los obstáculos y se enfrenta firmemente los problemas de orfandad, opresión y autoritarismo de la época.
Su vida dedicada toda a Dios y a los hermanos, especialmente a los más necesitados, fue señalada por muchos sufrimientos, enfermedades, pobreza y luchas. Murió dejando en herencia “la búsqueda continua de la voluntad de dios, atentas a los apelos de la iglesia en cada momento historico”, el perdón, la vivencia fraterna, escuchar la palabra de Dios, el coraje, la osadía y la defensa de la dignidad humana. Sus restos mortales se conservan en la Capilla de S. Rafaele, Rua Riachuelo, Porto Alegre, Brasil. Fue beatificada el 6 de noviembre de 2010 por Benedicto XVI.
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