Inmortal. Perfume divino.
Martirologio Romano: En Suzuka, ciudad del Japón, beato Ambrosio Fernández, mártir, que se dirigió a tierras de Oriente con fines de lucro, pero, convertido, ingresó en la Compañía de Jesús y, después de muchas privaciones, murió por Cristo en la cárcel.
Nació en Sisto en Portugal. Con tan solo 20 años migró a la India, y trabó relación con los jesuitas, quienes le aconsejaron entrar al servicio del rey de Portugal en la guarnición cristiana de Salsette. Este enclave era continuamente atacado por musulmanes, y tras caer en una ocasión cautivo de ellos, dejó las armas y dirigió su vida al comercio.
Sirvió a un mercader de Goa como administrador, pero más tarde se trasladó a Macao (China), donde cambió de patrón. Pasó, también como administrador, a trabajar para un comerciante, bajo cuyas tareas tenía que realizar frecuentes viajes. En un viaje a Japón, la nave “Sâo Sebastiâo” fue arrastrada por un tifón y, estuvo a punto de perder la vida, pero pudo desembarcar en Hirado. Esta experiencia le llevó a realizar el voto de consagrarse como jesuita. El superior del japón, Francisco Cabral, lo admitió como hermano, hacia el 1590.
Marchó al Japón para hacer fortuna y la encontró en 1577, al ingresar como coadjutor en la Compañía de Jesús. Llevó una vida de entrega a las tareas misioneras de la Compañía en Japón, y fue durante 20 años coadjutor en Nagasaki. Desatendió la expulsión de cristianos de 1614 decretada por Tokugawa Ieyasu, y continuó en Nagasaki su trabajo misionero hasta que fue apresado en 1618, junto con el beato P. Carlos Spinola (martirizado en 1622) y el seglar beato Domingo Georgi (martirizado en 1619). Murió de apoplejía y malos tratos en la horrible prisión de Suzuka (Ômura), a la edad de 69 años.
Murió en la cárcel, de malos tratos, por lo que fue reconocido como mártir por el beato Pío IX en la beatificación de los mártires del Japón de 1867. Se conservan del beato una pocas cartas.
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