
A pesar de su salud delicada, Dolores servía a la comunidad de todas las maneras en que le era posible. Según cuenta quien la conocía, era una mujer muy generosa y buena. Cuando el 21 de julio de 1936 las religiosas fueron expulsadas del convento, Dolores se refugió en casa de sus hermanos.
Las monjas, en cambio, encontraron hospitalidad en un piso del pueblo, pero a principios de agosto el comité comunista las obligó a abandonar Bétera. La pequeña comunidad de cinco religiosas se trasladó a Valencia, a una posada, y Dolores se ocupó de que no les faltasen víveres.
Recorría las calles buscando los modos para proveer a las religiosas de todo lo que necesitaran. A menudo iba de Valencia a Bétera y vuelta para hacer llegar a las “hermanas” la comida recogida entre los habitantes del pueblo, que aún sentían cariño y estima por las religiosas.
Un exalcalde amenazó a Dolores para que le dijera el lugar donde estaban refugiadas las Hermanas. Ella lloró mucho, pero no le dijo el paradero. En este empeño, el exalcalde y otro compinche de Moncada, en uno de estos viajes que hacía Dolores, le siguieron y vieron donde entraba, localizaron a las Hermanas y, apresadas, las llevaron a la Checa ubicada en el Seminario diocesano de Moncada (Valencia); y también se llevaron con ellas a Dolores Broseta. El 9 de diciembre, a la una de la madrugada, fueron llevadas al “Picadero de Paterna”, donde normalmente se asesinaban a los sacerdotes y religiosas. Allí fueron fusiladas junto a otros treinta o cuarenta católicos. Fueron beatificadas el 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario