
Con la comunidad del seminario salesiano de la que formaba parte, corrió todos los riesgos y penalidades, hasta que se instaló en la pensión Vascoleonesa. La abandonó el 25 de septiembre, sin que dejara constancia de su nuevo domicilio ni de la razón de su traslado.
Denunciado como religioso, allí le detuvieron junto con una religiosa de la Sagrada Familia. A ambos los condujeron a la checa instalada en el palacio episcopal, y los sometieron a severos interrogatorios. Ninguno de los dos negó su condición de religiosos, si bien sólo don Pablo fue asesinado por este motivo. Según pudo deducir la religiosa tras escuchar a un miliciano decir: “Él se encuentra bien; ya no le duele nada”, a don Pablo Gracia lo fusilaron hacia mediados del mes de diciembre de 1936. Se desconoce, no obstante, el lugar y la fecha exacta de su muerte.

El día 19 de julio, cuando los milicianos iniciaron el asalto al colegio, don Ramón saltó por una ventana a la calle y se puso a salvo en el portal de un edificio cercano. Al obligarle los porteros de la casa a marcharse de allí, se dirigió primero a la pensión Vigo, situada en la plaza de Santo Domingo. Luego pasó a otra situada en la calle Antonio Grilo, 6.
Algún tiempo después, don Ramón se puso a trabajar como enfermero en el asilo de Ancianos Incurables de la calle Atocha. Allí le detuvieron el 15 de diciembre de 1936. Eran las seis de la tarde. Dos desconocidos entraron en el hospital, acompañados de milicianos y se lo llevaron. No se supo más de él. Permanece en la penumbra el lugar de su asesinato y sepultura. Lo más probable es que fuera fusilado en Paracuellos del Jarama y esté enterrado en el cementerio de esa localidad madrileña.
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