Martirologio Romano: En Brescia, de la Lombardía, santa María Crucificada de Rosa, virgen, que gastó sus riquezas y se entregó ella misma por la salud de las almas y de los cuerpos del prójimo, y fundó el Instituto de las Esclavas de la Caridad.
Nació en Brescia. Se llamaba Paola di Rosa. Hija del director de una fábrica de hilados de Brescia. Al morir su madre fue confiada su educación a las monjas de la Visitación; tenía 17 años cuando regresó a su casa, pero ya había hecho voto de celibato, renunciando a la boda que le había preparado su padre. Soportó pacientemente las críticas de los libertinos defraudados y complaciéndose en distribuir a los más pobres los bienes que disponía. Así nació en Paula su fuerte vocación apostólica. A los 18 años fue directora de unos 60 trabajadores que trabajaban en la hilandería de su padre en Acquafredda, Mantua. Hizo un trabajo de apostolado social, y conoció por primera vez, los problemas de los obreros. Promovió ejercicios espirituales y misiones en las parroquias, organizando al mismo tiempo una red de apoyo para los pobres y enfermos y de asistencia a la juventud femenina.
El cólera de 1836, le hizo trabajar en el lazareto con los enfermos, con los que practicó la caridad con energía, perseverancia y amabilidad. Después de la epidemia, fundó en Brescia dos escuelas para sordomudos; asistió a las mujeres ingresadas en la Casa de la Industria, y se dedicó al problema de las niñas de la calle. Después se concentró en fundar las Esclavas de la Caridad, que era una asociación de enfermeras religiosas dedicadas a la vida hospitalaria. Tenía 26 años cuando se hizo fundadora. Cambió su nombre por el de María Crucificada di Rosa, por la devoción que tenía hacia la Santa Cruz, y porque era el que llevó una hermana salesiana ya fallecida.
La nueva Congregación se extendió por muchos hospitales de Italia. Durante el asedio de las tropas francesas a Brescia, María Crucificada optó por la resistencia, por la que fue apodada "la leona de Italia", y a la cruel venganza al derrumbarse el sitio puso a prueba su caridad y la de sus religiosas para con todos, sin distinción de ninguna clase. No le faltaron las críticas y las calumnias hasta que le fueron aprobadas las constituciones, redactadas por su director espiritual Faustino Pazoni, y aprobadas por el beato Pío IX en 1851. También recibió la aprobación del emperador de Austria, ya que entonces Brescia pertenecía al imperio austro-húngaro. Murió en Brescia de una enfermedad fulminante. Fue canonizada por Pío XII en 1954.
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