15 de diciembre de 2014

Beato MARINO. M. 1170.


Martirologio Romano: En el monasterio de Cava, en la Campania, beato Marino, abad, admirable por su fidelidad hacia el Romano Pontífice.

Cripta de los santos abades de La Cava
Séptimo abad de la abadía benedictina de La Trinidad de Cava dei Tirreni. Fue elegido para el gobierno de la abadía en 1146; sucedió al beato Falcón de la Cava y gobernó por 24 años. Fue al principio un simple monje, pero se distinguió en las tareas de «vestidor», que además de proporcionar la ropa a los monjes, era también el guardián de los tesoros y documentos de archivo.
Según la costumbre de Cava, fue a Roma al inicio de su mandato para obtener la bendición papal; el papa de ese entonces, san Eugenio III le recibió con honor, y en esa ocasión le confió el monasterio de San Lorenzo en Panisperna, para que lo hiciera resurgir bajo las normas de Cava. El mismo papa, con bula del 6 de mayo de 1149, tomó bajo su protección la abadía, por lo que quedó sujeta a la Sede Apostólica, y por tanto independiente de las autoridad diocesana.
El gobierno del abad Marino fue fructífera en obras y en prosperidad, por las generosas donaciones de obispos, príncipes y señores feudales; otros monasterios e iglesias fueron a ponerse bajo su autoridad. La riqueza que entraba, se utilizaba para ayudar a los pobres y sufrientes, para el sustento de muchos monjes, para la construcción de edificios y para el esplendor del culto. La basílica abacial fue revestida con incrustaciones de mármol precioso, decorada con frescos y pavimentada con mosaicos polícromos. Además, por sus gestiones como plenipotenciario para conseguir la paz entre el rey de Sicilia Guillermo el Malo y el Papa Adrián IV, en la corte de Palermo obtuvo del rey un diploma que confirmaba los bienes propiedad de la Abadía, y la tomaba bajo la protección real, con exención de impuestos; podría entonces nombrar vasallos, alistar soldados, nombrar jueces y notarios. Marino murió piadosamente y su cuerpo fue sepultado en la basílica. 
En 1648 fue encontrado y posteriormente sus reliquias -después de la confirmación del culto del beato en mayo de 1928 por el Papa Pío XI- fueron colocadas en un altar particular.

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