Martirologio Romano: En Aquisgrán, en Alemania, beata Francisca Schervier, virgen, que fue solícita en el cuidado de los indigentes, enfermos y afligidos en la ciudad, y fundó la Congregación de Hermanas de los Pobres de San Francisco, para subvenir a las necesidades de los menesterosos.
Nació en Aquisgrán, en el seno de una familia de la aristocracia. Era ahijada del emperador Francisco II. Después de la muerte de su madre, acaecida en 1832, tomó la costumbre de socorrer a los pobres en sus necesidades y de enseñarles el catecismo. En un ambiente a menudo indiferente, a veces hostil, porque la burguesía ciudadana ostentaba una actitud volteriana, María Francisca no ahorraba fatiga alguna, no se dejaba vencer por ningún temor y encontró ayuda para su empresa en un sacerdote de su parroquia.
Después de haber hecho un retiro en Lieja, el 3 de octubre de 1846, con cinco compañeras formó en Aquisgrán un grupo que poco después tuvo la ocasión de prestar un gran servicio durante una epidemia de cólera y de viruela que asoló la ciudad. Para dar una forma canónica a la naciente institución, escribió una regla en la que ponía a su pequeño grupo bajo la protección de San Francisco de Asís, poniendo de relieve la caridad, la pobreza y las obras de misericordia para con los pobres. De ahí viene el nombre del instituto de Hermanas de los Pobres de San Francisco de Asís. Con sus compañeras entró en la vida religiosa el 12 de octubre de 1850. Pero su regla solamente fue aprobada por san Pío X en 1908. La nueva congregación se difundió rápidamente: ya en 1858 había sido fundada una casa provincial en Hartwel en Estados Unidos de América.
En vísperas de la aprobación pontificia, el Instituto contaba ya con 61 casas, de las cuales 16 en América y 1500 religiosas. Actualmente se cuentan 12 casas en Alemania y en Estados Unidos, hay algunas religiosas que se han dedicado a la obra de la recuperación de la juventud descarriada y otras que durante la guerra de 1864, 1866 y 1870 se dedicaron a la asistencia sanitaria de los militares en los hospitales. A pesar de esta dinámica actividad, María Francisca sabía encontrar tiempo para dedicar a la oración, a la meditación, a la visita diaria, al Santísimo Sacramento, al cultivo de una tierna y filial devoción hacia la Madre de Dios.
Era suave para con todos y severa consigo misma; practicaba mortificaciones y penitencias, tenía un gran respeto hacia los sacerdotes en los cuales veía la misma persona de Cristo. Soportó con cristiana resignación la última enfermedad que afinó más su alma y la hizo digna de la gloria. Murió en Aquisgrán. Tenía casi 58 años. La ciudad acudió a su funeral y la lloró porque en ella perdió a la madre amadísima de todos, especialmente de los pobres, de los desgraciados y de los pequeños. Fue beatificada por SS. Pablo VI, el 28 de abril de 1974.
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