Martirologio Romano: En Argel, de África septentrional, san Serapión, de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, de la cual fue el primero que, para la redención de los fieles cautivos y predicación en fe cristiana, mereció la palma del martirio.

Años después, ya muertos sus padres, se dirigió a España para servir al rey don Alfonso VIII de Castilla en la guerra contra los sarracenos. Tan relevantes fueron sus virtudes y méritos, que el monarca lo nombró su consejero, prosiguiéndose la guerra hasta el triunfo final.
Después de otra incursión a Palestina, donde luchó contra las huestes de Conradino, hijo del gran sultán de Egipto, volvió nuevamente a España para combatir contra los moros al lado de los reyes Fernando de Castilla y Jaime I de Aragón.
Regresó a España y donde conoció a san Pedro Nolasco y su obra, tuvo que sufrir un cambio profundo, de pasar de militar a buscar las vías pacíficas de la redención de cautivos; en el 1222, se hizo mercedario, convirtiéndose en uno de los frailes más fieles de san Pedro Nolasco.
En aquel tiempo la isla de Mallorca estaba ocupada por los moros y desde allí partían navíos que asolaban las costas de Cataluña y apresaban las embarcaciones cristianas en el mar. Cuando el rey don Jaime partió con una armada contra aquella isla, Serapio se unió a la expedición y cooperó brillantemente a su conquista. Después partió hacia el archipiélago británico, con el objeto de propagar la fe en Inglaterra, Escocia e Irlanda, pero el barco en que viajaba fue apresado por los piratas sarracenos. Conocida su condición de sacerdote cristiano, fue atado a un poste y bárbaramente azotado, hasta que, considerándolo muerto, lo arrojaron desnudo a un arenal de las costas de Inglaterra.
Al tener noticia de su llegada, Alejandro, rey de Escocia, lo llamó a su lado, encargándole diversas misiones, que Serapio cumplió satisfactoriamente, hasta que recibió una carta de san Pedro Nolasco, quien le pedía que se restituyera a España.
Vuelto a la Península, realizó Serapio algunas redenciones, una de ellas en Murcia, donde libertó a noventa cautivos. En su última redención, marchó a Argel, en compañía del beato fray Berenguer de Bañeres, y se quedaron como rehenes, para catequizar a los cautivos cristianos para que no renegaran de su fe; esto enfureció a los jefes musulmanes. Murió crucificado en una cruz en aspa, en Argel después de largas torturas. Es el primer mercedario que murió mártir.
¡Qué corazón! San Serapión, ruega por nosotros! .
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