10 de noviembre de 2014

San LEÓN I "Magno". (c.390 - 461). Papa (440-461). Doctor de la Iglesia.


Martirologio Romano: Memoria de san León I, papa y doctor de la Iglesia: nacido en Toscana, fue primero diácono en Romana y después, elevado a la cátedra de Pedro, mereció con todo el derecho el apelativo de Magno sea por nutrir a su grey con refinadas y sabias palabras, sea por sostener hasta la extenuación a través de sus legados en el Concilio Ecuménico de Calcedonia la recta doctrina de la encarnación de Dios. Reposó en el Señor en Roma, donde en este día fue depuesto en san Pedro


Nació probablemente en Toscana, pero romano por educación y mentalidad, se distinguió ya como archidiácono en tiempos de san Celestino I en el desempeño de importantes misiones para la Iglesia: tal vez fuera el acólito que, en el año 418, llevó a Cartago la condena de los pelagianos de parte del papa san Zósimo. Como archidiácono indujo a san Casiano a escribir un tratado doctrinal (sobre la Encarnación) contra los nestorianos, que se lo dedicado a él (lo llamó "gloria de la cátedra de Roma"). Durante el concilio de Éfeso fue destinatario de una carta de san Cirilo de Alejandría que informaba a la Iglesia romana de la ambiciones de Juvenal de Jerusalén. Por consejo suyo, el papa san Sixto III descubrió los engaños de Juan de Eclana, abiertamente favorable a los pelagianos (439).
En el 440, mientras estaba en la Galia, en la corte imperial, para una delicada operación de reconciliación que evitaría una guerra civil (entre Ezio y Albino), fue llamado a suceder a san Sixto III por el clero y el pueblo romano. La obra de su pontificado puede dividirse en dos períodos, marcados por acontecimientos importantes. 
En el primer periodo, por las noticias de su secretario, san Próspero de Aquitania, sabemos que fue un defensor de la fe contra los herejes: en el 443, convocó en Roma una asamblea para desenmascarar los errores de la secta de los maniqueos (ya condenados por Inocencio I en el 416), y sus libros fueron quemados; lo mismo hizo contra los pelagianos, ya condenados con los nestorianos por el concilio de Éfeso (431); contra los priscilianistas (vástagos de los maniqueos) intervino en el 417, pidiendo que fueran condenados por un concilio nacional (celebrado luego en Galicia). También intervino en el campo disciplinar en África, azotada por la invasión de los vándalos arrianos, para determinar las condiciones de las ordenaciones de los obispos.
El segundo período de su pontificado puede resumirse en la defensa del dogma de la encarnación contra Eutiques, con las vicisitudes ligadas al Concilio de Calcedonia (451) que él convocó. Pueden condensarse así estas múltiples iniciativas: doctrinales (la famosa “Carta Dogmática” al patriarca san Flaviano de Constantinopla) donde expuso la doctrina de las dos naturalezas de Cristo en una sola persona, signando de este modo toda una época en la teología católica; litúrgicas, con bastantes textos del sacramentario veronese (llamado también "leoniano"), que se le puede atribuir a él; políticas, en las dos embajadas (a Atila, rey de los hunos, en Mantua (452); a Alarico o Genserico, rey de los vándalos, en Roma (455)); literarias y oratorias: “96 tractatus o sermones” en los primeros cinco años de ministerio, y 173 cartas (incluidas las composiciones de la cancillería de san Próspero de Aquitania). Por esto este Papa fue sin duda el más importante del siglo V. En efecto, en un momento en que el vetusto imperio romano estaba a punto de derrumbarse y nuevas doctrinas seducían los espíritus, dando vigor a las antiguas herejías, ejerció una acción decisiva en el destino de la Iglesia y del Imperio, plenamente convencido de su papel de sucesor de Pedro. Decía: "Mi corazón está lleno de tristeza y de temor. Los hombres corren gran peligro cuando son ingratos a Dios. Atraen más público los espectáculos insensatos, que los bienaventurados mártires". MEMORIA OBLIGATORIA. 

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