Martirologio Romano: Solemnidad de todos los santos unidos con Cristo en la gloria: hoy, en un único júbilo de fiesta la Iglesia todavía peregrina en la tierra venera la memoria de aquellos de cuya compañía exulta el cielo, para ser imitada por su ejemplo, alegrada por su protección y coronada por su victoria delante de la majestad divina en los siglos eternos.
La solemnidad de todos los Santos es de origen probablemente celta, porque fue citada por Arnone, arzobispo de Salzburgo, en el concilio de Riesbach (798), de fecha 1 de noviembre. Arnone era discípulo de Alcuino y, hacia el año 800, recibió la felicitación de su maestro por haber fijado esta fecha en las calendas de noviembre, "como nosotros habíamos hecho". Tal vez la fecha del 1 de noviembre, que en los países celtas era una gran solemnidad, puede haber influido en la elección de esta fiesta, cristianizando ceremonias de gusto anglosajón.
En Siria se celebraba una fiesta común para todos los mártires de la tierra, para la cual san Efrén compuso un himno en Edessa, esta fiesta coincidía con el viernes después de Pascua: el 13 de mayo; en esta festividad pascual, en el año 609, el papa Bonifacio IV, transformó el Panteón en una iglesia, dedicándola a Santa María siempre Virgen y a todos los Mártires. En el siglo X, Roma comenzó a celebrar en esta fecha la festividad que era celebrada con ayuno y vigila. La vinculación con el tiempo pascual que recordaba el triunfo de los mártires, era evidente.
Esta fiesta hoy en día comprende la festividad de todos los santos que poseen la gloria del cielo, sean o no canonizados. San Bernardo dice al respecto: "... la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo. El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable; de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados... y, finalmente, de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención".
El Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia en el cap. V. dice: "En la Iglesia todos están llamados a la santidad. Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad". SOLEMNIDAD.
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