21 de octubre de 2014

Santa LAURA MONTOYA UPEGUÍ. (1874-1949).


Martirologio Romano: En el lugar de Belencito, cerca de Medellín, en Colombia, santa Laura de Santa Catalina de Siena Montoya y Upeguí, virgen, que, con notable suceso, se dedicó a anunciar el Evangelio entre los pueblos indígenas que aún desconocían la fe en Cristo y fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras.

Nació en Jericó (Colombia), se llamaba María Laura de Jesús Montoya y Upeguí. Cuando tenía 13 años, su padre fue asesinado, en cruenta guerra fraticida por defender la religión y la patria; sufrió la confiscación de sus bienes por parte de sus enemigos y dejó a su familia en la más estrema pobreza y por esta causa la familia tuvo que separarse; Laura fue a vivir a casa de su abuelo en la finca de la Víbora en Amalfi, y de su madre aprendió a perdonar y a fortalecer su carácter con cristianos sentimientos. La lectura de la Escritura, la llevaron a la oración contemplativa. Creció sin estudios, por las dificultades de su pobreza y la itinerancia de su horfandad. 
En 1886 asistió al colegio del Espíritu Santo en Medellín y en 1889 ingresó en la Normal de Medellín donde alcanzó el título de maestra. Ejerció en varios pueblos de Antioquia, labor que ejerció con éxito y luego finalmente fue directora del colegio de la Inmaculada de Medellín. Quiso ser carmelita, pero abandonó su sueño para ser misionera entre los indios de Colombia. 
En 1914, apoyada por monseñor Maximiliano Crespo, obispo de Santa Fe de Antioquia, fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, con el fin de evangelizar a los indígenas y cambió su nombre por el de Laura de Santa Catalina de Siena. Fue una mujer de grandes virtudes, que se dejó llevar siempre por el Espíritu Santo. Llegó a ser una erudita de su tiempo, una pedagoga connotada, escritora castiza, mística profunda por su experiencia de la oración contemplativa. Comprendió la dignidad humana y la vocación divina del indígena. Quiso insertarse en su cultura, vivir como ellos en pobreza, sencillez y humildad de esta manera derribar el muro de discriminación racial que mantenían algunos líderes civiles y religiosos de su tiempo. La solidez de su virtud fue probada y purificada por la incomprensión y el desprecio de los que la rodeaban, por los perjuicios y las acusaciones de algunos prelados de la iglesia que no comprendieron en su momento, aquel estilo de ser "religiosas cabras". Escribió las "Voces Místicas", inspirada en la contemplación de la naturaleza y su “Autobiografía”. Pasó nueve años en silla de ruedas sin dejar su apostolado de palabra y de su pluma. Murió en Medellín, conocida como la "maestra de los indios". Canonizada por SS. Francisco el 12 de mayo de 2013. Es la primera santa colombiana.

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