Martirologio Romano: En la Isla de Madeira (Portugal), beato Carlos de Austria, rey.
En 1916, tras el asesinato del emperador Francisco Fernando -su tío abuelo-, (lo que originó la I Guerra Mundial), y la muerte del su tío abuelo Francisco José, asumió, con 29 años la corona de Emperador de Austria y Rey Apostólico de Hungría. Durante su etapa castrense, procuró antes "buscar la paz que ganar batallas de prestigio", y se ganó el aprecio de sus compañeros por su sencillez y fortaleza de carácter. Visitó a las tropas en el campo de batalla, e intentó que sus soldados oyeran misa y rezaran el rosario. Este deber Carlos lo concibe, también, como un camino para seguir a Cristo: en el amor por los pueblos a él confiados, en el cuidado por su bien y en la donación de su vida por ellos.
En 1911 se casó con la princesa Zita de Borbón-Parma. Tuvieron 8 hijos. Cuando se casó dijo: "Ahora tenemos que llevarnos el uno al otro al Cielo". El deber más sagrado de un rey - el compromiso por la paz - Carlos lo puso al centro de sus preocupaciones a lo largo de la terrible guerra. Fue el único, entre los responsables políticos, que apoyó los esfuerzos por la paz de Benedicto XV. Intentó restaurar la paz en el mundo, y solventar los conflictos internacionales; en 1917 concedió una amplia amnistía a los presos políticos.
Por lo que respecta a la política interior, incluso en tiempos extremadamente difíciles, abordó una amplia y ejemplar legislación social, inspirada en la enseñanza social cristiana. Su comportamiento hizo posible al final del conflicto una transición a un nuevo orden sin guerra civil. A pesar de ello fue desterrado de su patria. Carlos fue enviado al exilio en la isla de Madeira (Portugal). Como él consideraba su misión como un mandato de Dios, no pudo abdicar de su cargo. Por deseo del Papa, que temía el establecimiento del poder comunista en Centroeuropa, Carlos intentó restablecer su autoridad de gobierno en Hungría. Pero dos intentos fracasaron, porque él quería en cualquier caso evitar el estallido de una guerra civil.
Murió en el exilio en Funchal en la isla de Madeira, de una dolencia pulmonar, con 34 años. Había dicho: "Mi única aspiración ha sido siempre conocer lo más claramente posible en todas las cosas la voluntad de Dios, y realizarla de la manera más perfecta". Sumergido en la pobreza, vivió con su familia en una casa bastante húmeda. A causa de ello se enfermó de muerte y aceptó la enfermedad como un sacrificio por la paz y la unidad de sus pueblos. Carlos soportó su sufrimiento sin lamento, perdonó a todos los que no le habían ayudado y murió con la mirada dirigida al Santísimo Sacramento.
Fue beatificado por SS. Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004. Su fiesta litúrgica se ha establecido para el 21 de octubre.
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