31 de octubre de 2014

San WOLFGANGO DE RATISBONA. (c.925 - 994).


Martirologio Romano: En Ratisbona (Regensburg), de Baviera, san Wolfgango, obispo, que, después de ser maestro de escuela y haber profesado como monje, fue elevado a la sede episcopal, instaurando la disciplina del clero, y mientras visitaba la región de Pupping descansó en el Señor.

De noble familia suaba, en la Alemania del sur, se educó en la abadía de Rechenau, junto al lago de Constanza, y en Würzburgo, pero en este lugar fue expulsado por envidia de un maestro italiano, Esteban de Novara, porque no supo responder a las preguntas de los estudiantes, y en cambio Wolfgango dio las respuestas exactas. Fue a Tréveris, donde Enrique de Bebennerg, arzobispo de  Tréveris, amigo suyo, le confió el encargo de enseñar, aunque no fuera todavía sacerdote; y en el 956, ya famoso por su saber, fue nombrado director de las escuelas de la catedral de Tréveris.  
En el año 964 su amigo murió. Wolfgango marchó a Suiza, vistió el hábito de monje benedictino en Einsiedelm, y se estableció en la región de las altas cumbres. Fue nombrado director de la escuela de la abadía, que bajo su mandato fue la más floreciente institución de la región. 
En el 971, fue ordenado presbítero y, junto a otros compañeros, le fueron encomendadas tareas misionales en Panonia, entre los húngaros, y luego se le nombró obispo de Ratisbona en el 973, cuya diócesis debía cristianizar, y que él lo ejecutó con una máxima: "para evangelizar a las gentes hay que evangelizar primero a los monjes". Transformó y renovó la vida monacal de su región. Decía a los monjes "¿De qué sirve la túnica de la santidad, si faltan las obras?". Se cuenta que, no sabiendo por donde empezar la evangelización, algunos se decían "si tuviéramos monjes", y él viendo que tenían demasiados decía: "¡si tuviéramos santos!". Fue uno de esos monjes-obispos que han dejado una impronta en la historia de su tiempo.  
Fue el obispo del amor a los semejantes; a los pobres los llamaba señores y hermanos. Edificó iglesias y castillos para defender su diócesis, fundó monasterios, predicó sin cesar y todo lo que tenía lo repartió en limosnas. También fue un  pedagogo ilustre, que no sólo tuvo a su cargo a los príncipes del imperio sino también a los hijos de los pobres, en el colegio de cantores de la catedral. De sus buenos oficios como maestro, baste decir que, en cuanto preceptor de los hijos del duque de Baviera Enrique El Pendenciero, sacó adelante a dos santos: san Enrique, emperador de Alemania, y la reina de Hungría santa Gisela. Los otros dos retoños terminarán de obispo de Ausburgo, Bruno, y de abadesa de Ratisbona, Brígida. San Enrique se destaca por sus trabajos contra la compraventa de cargos en la Iglesia y la promulgación del celibato sacerdotal como ley universal; santa Gisela abrió Hungría a los misioneros enviados por su maestro Wolfgango.
Pasó de su palacio y su castillo a la penitencia del desierto, viviendo como ermitaño en las más escarpadas cumbres. En el 976 se retiró en el convento de Monsee, Austria, donde pasó los últimos años de su vida. 
Su muerte ocurrió durante uno de sus viajes. Llegó moribundo a la iglesia de San Almaro en Pochlarn -Austria-. Quiso morir, como su fundador san Benito, en la casa de Dios. Frente al altar le administraron los últimos sacramentos. Murió diciendo: "Dejad que la gente entre en la iglesia y que todos vean en mi muerte lo que también a ellos les aguarda". Fue canonizado en 1052 por el papa León IX. Patrón de Baviera y Ratisbona. 

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