31 de octubre de 2014

San ALONSO RODRÍGUEZ. (c.1533 - 1617).


Martirologio Romano: En la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca, san Alonso Rodríguez, que, al perder su esposa e hijos, entró como religioso en la Compañía de Jesús y estuvo como portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad, obediencia y constancia en una vida penitente


Natural de Segovia, era hijo de comerciantes de tejidos; sus padres se llamaban: Diego Rodríguez y María Gómez de Alvarado, que tuvieron 11 hijos. Se fue a estudiar al colegio de jesuitas de Alcalá de Henares, pero su padre murió y tuvo que regresar a Segovia, para dedicarse al negocio familiar, en sus peores momentos de venta y que su falta de experiencia hizo que el negocio fuera de mal en peor. Se casó con la rica María Suárez de la que tuvo dos hijos. Al poco tiempo murieron su madre, su esposa y sus hijos y el negocio iba de mal en peor. "Le toco Dios con algunos trabajos, despertándole al menosprecio del mundo; acompañando a este su propio conocimiento, el conocimiento de Dios", después de pasar por una prueba en la que superó unos escrúpulos enormes. Todo había sido un fracaso, fracaso providencial. A sus hermanas les entregó todo lo que poseía. 
En Segovia, le causó una profunda impresión el jesuita el beato Pedro Fabro en unas conferencias que impartió en la ciudad. Como conocía al padre Santander, quiso ingresar en los jesuitas de Valencia, aunque estos no quisieron, ya que no tenía muchas letras, ni capacidad para el estudio, además de rondar ya los 40 años; por lo que tuvo que vivir de limosnas. Trabajó como educador de un niño; luego se hizo ermitaño en la ermita de San Mateo, pero aquella vida no era para él y regresó a Valencia. Titubeó un día sobre su vocación y así se lo hizo saber al padre confesor. Este le dijo: "Hermano, me temo que os perdáis, porque veo que queréis hacer vuestra propia voluntad. Esto de ir a vivir en la soledad y retiraos del mundo ¿no será que buscáis a vos mismo y huís de la cruz que el Señor os tiene preparada?". Se postró ante su confesor y le dijo: "Padre, si esto es así, yo os prometo que renuncio de ahora para siempre a mi propia voluntad". Quería ser jesuita. 
Por fin fue admitido e ingresó en el noviciado del colegio de San Pablo de Valencia. El padre Provincial al aceptarlo dirá que le admitía "para que sea santo y para que con sus oraciones y penitencias ayude y sirva a todos". Pronto fue enviado a Palma de Mallorca, para colaborar en el nacimiento del nuevo colegio de Monte Sión, allí fue durante 45 años el portero. Jamás hizo su propia voluntad, ya que quiso cumplir la regla en sus más mínimos detalles. Desde Mallorca pasaban los misioneros que iban a América, y para todos, el encuentro con Alonso fue una experiencia decisiva, sobre todo para san Pedro Claver, el apóstol de los negros, y discípulo espiritual de Alonso. Proverbial fue su obediencia hacia sus superiores, hasta el punto de no abrir al virrey, después de que su rector le dijera que no abriera a nadie. Fue también un gran hombre de oración, y tuvo experiencias místicas de la presencia de Cristo y de María. Cuando  cualquiera lo llamaba "hacia interiormente actos de alegría, repitiendo: Señor, yo os abriré a Vos, por amor de Vos; ¡ya voy Señor!”. El rosario le había hecho callos en los dedos; y sentía la presencia de la Virgen, lo mismo en sus trabajos, que en sus caminatas. Frente a las tentaciones tenía una frase: "Hasta el día del juicio, estoy dispuesto a sufrir por Jesucristo". Decía: "Dios no nos ha llamado a la vida religiosa y retirada del mundo para que no tengamos cuidado de las cosas que respectan al cuerpo... El mismo, nuestro Señor y nuestro Dios, tiene cuidado de nuestro cuerpo, como de nuestra alma y prevé a todas sus necesidades por medios de los superiores". "El camino que el alma debe seguir para alcanzar la santidad, es aquella de mortificarse con ayuda de la oración... Los pasos que tiene que dar son los actos interiores del corazón, con los cuales se vence". "¡Ay  Señor! Si supiese, y si lo pudiese hacer, os serviría como todas las criaturas del cielo juntas". "La más grande caridad es obedecer a Dios".
Durante su vida en la Compañía fue atormentado por numerosas tentaciones sexuales y sueños eróticos que le acosaban día y noche. Como si no fuera bastante malo todo eso, al final de su vida se sintió totalmente indigno, escribiendo: “Soy bueno para nada. No hago nada para quienes están en la casa, ni para los de fuera ni para mi mismo”. Fue canonizado junto con san Pedro Claver en 1888 por León XIII. Patrón de Segovia y de Mallorca.

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