4 de octubre de 2014

San FRANCISCO DE ASÍS. (c.1182 - 1226).


Martirologio Romano: Memoria de san Francisco, el cual, después de una juventud des preocupada, se convirtió a la vida evangélica en Asís, localidad de la Umbría, encontrando a Cristo sobre todo en los pobres y necesitados, haciéndose pobre él mismo e instituyendo a los Hermanos Menores. Viajando predicó el amor de Dios a todos y llegó incluso a Tierra Santa, mostrando con sus palabras y actitudes su deseo de seguir a Cristo, escogiendo morir recostado sobre la nuda tierra.


Nació en Asís (Umbría) y su madre, nacida en Provenza le puso el nombre de Jean, pero a la vuelta de un viaje a Francia, su padre, nacido en Lucca, lo motejó “Francesco” (el francés). Hijo de un mercader de paños (Pedro Bernardone) y, después de llevar una juventud disipada y aventurera, participó a los 20 años en el primer período de largas guerras y turbulencias ciudadanas (contra Perugia, donde cayó prisionero -estuvo un año en la cárcel, hasta que fue liberado). Volvió a Asís enfermo, y durante su enfermedad sufrió un gran vacío interior. En la expedición a Puglia, con el ejército que luchaba por el Papa, se hizo enrolar como caballero; y desde Spoleto, tras un sueño misterioso que le invitaba a seguir al amo más bien que al siervo; volvió a Asís, a pesar de que se le acusó de cobardía. 
Un hecho determinante en su conversión fue el encuentro con un leproso y que él mismo cuenta: “El Señor me dio a mi, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia; pues, como estaba en pecado, me parecía extremadamente amargo ver a leprosos; pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de ello, lo que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo. Y, después de un poco de tiempo, salí del mundo”. A continuación pasó un tiempo de búsqueda, de algo más de dos años, viviendo como eremita y penitente. Poco a poco se fue apoderando de él una necesidad de imperiosa necesidad de soledad. Y descubrió la humildad y la pobreza de Cristo. En la iglesia de San Damián (1206) sintió por tres veces la invitación del crucifijo "de ir a reparar su Iglesia, que estaba arruinándose por completo". En medio de la plaza mayor de Asís, se desnudó dándole a su padre todo lo que poseía en la tierra para esposar a la hermana Pobreza. Se dice que cogió del negocio de su padre unas telas y las vendió para darle el dinero a los pobres, su padre le acusó ante la autoridad de ladrón, Francisco, entonces, en medio de la plaza se despojó de todos sus vestidos y se los arrojó a su padre, diciéndole: “Ya no eres mi padre, ahora tengo otro Padre”. Eligio para norma de su vida el Evangelio, en la síntesis de las Bienaventuranzas como fórmulas únicas de divina felicidad. "El mismo Dios me reveló, dice su “Testamento”, que debía vivir según la norma del santo Evangelio".
En la primera fase de su nueva vida (1204-1209) fue buscando la voluntad de Dios, tras un período de existencia solitaria y errabunda con hábito eremítico ("el heraldo del gran rey"); finalmente descubrió su vocación, después de escuchar en la iglesita de la Porciúncula (1209) un fragmento del Evangelio sobre la misión de los apóstoles (Lc 9, 3-5), decidió abandonar todo por una predicación moral y penitencial. Así fundó el primer núcleo de la Orden de los Frailes Menores. Inocencio III (que lo vio en un sueño) dio la aprobación oral (1209) a la primera regla. El temor de que pudiera existir algún vínculo con las teorías de origen cátaro, las tesis valdenses o los sueños del beato Joaquín de Fiore no se había conjurado aparentemente. 
En la segunda fase (1209-1224) de apostolado, Francisco anunció el evangelio para todas las clases sociales ("Paz y bien" es el lema), como pobre itinerante. En 1212, en la Porciúncula, fundó con santa Clara, la orden de las Clarisas o Damas Pobres. Este mismo año, Francisco, ordenado diácono marchó a Egipto, a Damieta, donde conversó con el sultán, Malek-al-Kamil, con la intención de convertir musulmanes, pero la misión desde este punto de vista fue un fracaso. Predicó la "perfecta alegría". "Tanto es el bien que me espero que cada pena me es dilecta". De vuelta a Umbría trajo una enfermedad ocular que lo puso al borde de la ceguera, y a causa de las excesivas mortificaciones había padecido tanto que su salud se resintió.
La atracción que los frailes menores ejercieron sobre la generación de su tiempo, fue enorme; en el capítulo general de 1219 (capítulo de las Esteras), se juntaron 5.000 frailes; los renovadores, que consideraban exagerada la dureza de la primera regla, le desplazaron del gobierno de la Orden. Preparó la segunda regla, aprobada por Honorio III, obteniendo que el cardenal Ugolino (el futuro Gregorio IX) se convirtiese en su protector, y Francisco dejó la nueva Orden al mando de Pedro Cataneo, porque no se sentía capaz de dirigir la nueva fundación, que estaba empezando a crear muchos problemas, entre los frailes que la consideraban demasiado dura. Él se retiró, aunque conservó la autoridad espiritual y carismática. Su fidelidad a la Iglesia fue siempre manifiesta. En la Navidad del 1223 creó, en Greccio, el primer pesebre viviente de la historia cristiana, para conmemorar su viaje a Jerusalén. En la última fase de su vida (1224-1226), el cuerpo debilitado (casi ciego y con otras enfermedades), pero afinado de espíritu, hizo una experiencia de transformación mística sellada por los estigmas en el monte Averna (el 14 de septiembre de 1224), el día de la Exaltación de la Cruz tuvo la visión de un crucifijo aéreo sobre el cual estaba clavado Cristo bajo la apariencia de un serafín de seís alas. De las heridas de Cristo irradiaban rayos que se imprimieron en su carne en forma de estigmas. 
Herido de amor, compuso el “Cántico de las criaturas” (o “Cántico del Sol”); la “Exhortación cantada a santa Clara y sus hermanas”; “Oración ante el Cristo de San Damián”; “Las Alabanzas al Dios Altísimo”; “la Verdadera Alegría” y la “Bendición al hemano León”. Y poco antes de morir redactó un testamento conmovedor. Totalmente agotado, murió a los 45 años, tendido desnudo en su Porciúncula, después de cantar el Salmo 141, 2. Antes de morir había cenado por última vez con sus hermanos, dando a cada uno un pedazo de pan (a imitación de la última Cena). Pero no fue inhumado allí porque la gente de Asís, temiendo que sus vecinos de Perugia se viesen tentados a robar el cuerpo, juzgaron más prudente enterrarlo sobre una colina, a las puertas de la ciudad. Para justificar esta decisión se imaginó que el propio santo había elegido ese sitio como lugar de su sepultura, por humildad, porque era allí conde estaba el patíbulo en que se ejecutaba a los malhechores. Además, se veía en ello una concordancia más con Cristo. Sobre su vida nació el libro “Las florecillas de san Francisco”, narración de sus hechos prodigiosos, que al mismo tiempo están llenos de candidez. Es el santo que más simpatía ha despertado en todas las generaciones de la Iglesia católica, de las iglesias evangélicas y de las religiones no cristianas. Fue canonizado el 16 de julio de 1228 por el papa Gregorio IX. FIESTA. 

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