Martirologio Romano: En Münster en Alemania, beata María Eutimia (Emma) Üffing, virgen de la Congregación de las Hermanas de la Misericordia, que sirvió a Dios entre los enfermos con piedad insigne, bondad y olvido de sí.
Emma nació en Halverde, en el distrito de Steinfurt, Alemania. Una forma de raquitismo ralentizó su crecimiento físico que la dejó secuelas toda su vida y que tuvo que soportar durante su infancia las chanzas de sus hermanos y en el escuela. Fue una niña devota y serena. A los 14 años, Emma expresó su deseo de hacerse religiosa.
En 1911 comenzó su formación como aprendiz de economía doméstica en el cercano hospital de Sant'Anna en Hopsten. Aquí conoció de las Hermanas de la Misericordia de Münster, le Barm-herzige Schwestern donde apreciaron su disponibilidad y humildad. En 1932 murió su padre y ella estuvo presente en su última agonía y en la unción de los enfermos, era la primera vez que asistía a un moribundo y esto le impresionó vivamente. Después de terminar su aprendizaje, en 1933, volvió a casa con su madre. En 1934, pidió ingresar en las Hermanas de la Misericordia de Münster, y a pesar de su raquitismo y su delicada salud, fue aceptada en el noviciado. Recibió el nombre de María Eutimia.
En 1936 fue trasladada al hospital de San Vicente de Dinslaken, donde se dedicó a los enfermos aislados que estaban en una barraca que se llamaba Santa Bárbara. En 1939 obtuvo el título de enfermera. Durante el período de la guerra la pobreza agravó la asistencia a los enfermos. En 1941, se le confió la asistencia de los prisioneros de guerra heridos y de los trabajadores extranjeros, sobre todo, ingleses, franceses, rusos, polacos y ucranianos. Fue para ellos un auténtico ángel, dedicándose por entero a su cuidado corporal y espiritual y fue conocida como "el ángel de Santa Bárbara". Les proporcionó comida y un ambiente limpio a pesar de que la amenazaron con ser sancionada.
Después de la guerra, fue destinada a la dirección de la lavandería a Dinslaken, y después a la lavandería de la Casa Madre y de la clínica San Rafael en Münster, a pesar de que su vocación era la asistencia a los enfermos, se adecuó tranquilamente a esta nueva situación, siempre con una sonrisa y dispuesta a servir a todos. Una grave forma de cáncer la llevó a la muerte después de largas semanas de enfermedad. Murió con fama de santidad.
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