Martirologio Romano: Memoria de santa Clara, virgen, que, como primer ejemplo de las Damas Pobres de la Orden de los Hermanos Menores, siguió a san Francisco, llevando una áspera vida en Asís, en la Umbría, pero, en cambio, rica en obras de caridad y de piedad. Enamorada de verdad por la pobreza, no consintió ser apartada de la misma ni siquiera en la extrema indigencia y enfermedad.
Clara Sciffi nació en Asís. Hija de los condes de Sasso Rosso de Asís: Favarone y la beata Hortolana. Durante su adolescencia se encontró varias veces con Francisco (Clara era 12 años menor que el santo de Asís). A los 18 años, la noche del domingo de Ramos de 1212, después de haber oído misa en la catedral, haber recibido la palma de manos del obispo y repartido su dote entre los pobres, huyó de la casa paterna para evitar la propuesta de matrimonio (procedente de su tío Monaldo). Con su prima Pacífica y su tía Bianca, bajó a Santa María de los Ángeles (la Porciúncula restaurada por san Francisco) y allí el mismo san Francisco le cortó solemnemente los cabellos antes de que la acogieran, por un corto tiempo, las benedictinas de San Pablo en Bastia Umbra. Pasada la ira familiar, se trasladó al convento de Sant’Angelo in Panzo en Asís para vivir según la forma de san Francisco.
Seguida pronto por su hermana la beata Inés y, más tarde su hermana pequeña Beatriz y su madre, después de haber abrazado una pobreza radical y luchado para obtener una regla propia, según el espíritu franciscano, obtuvo del papa Gregorio IX el "Privilegium paupertalis" (o sea, no poseer nada), y así fundó con Francisco la segunda Orden franciscana (1215), que lleva su nombre: las Clarisas o Damas Pobres. Fue la primera mujer en conseguir, tras una larga lucha, la aprobación pontificia de una regla propia. De este modo empezó la vida de aquellas dieciséis "pobres mujeres" que se instalaron en San Damiano. Clara recibió el título de abadesa de San Damiano. Las Damas Pobres insistían en un modo particular en la santa pobreza, queriendo ser mendigas para vivir sólo de limosna, y aún de limosna de poca consideración, rechazando los panes enteros y sin aceptar más que mendrugos. En 43 años de vida monástica, 29 de ellos con dolorosas enfermedades, Clara realizó plenamente el ideal concebido por Francisco. Cuando el papa Inocencio IV quiso suavizar esas normas, Clara defendió apasionadamente su pobreza. "Santo Padre, absolverme de mis pecados, pero no del voto de pobreza al que he estado y seré siempre fiel". Es la única Orden monástica que jamas ha sido renovada. "Mi Señor -rezaba Clara- te declaro mi único dueño de mis territorios. Extiende tus alas de mando sobre los horizontes de mis mundos. No habrá para mi otra voz ni otro rostro que el de mi Elegido. Entre Tu y yo no se interponga otra criatura sino la espada de la fidelidad". Fundó monasterios en Perugia, Arezzo, Padua, Venecia, Mantua, Bolonia, Milán, Siena, Pisa y también en las principales ciudades alemanas. Escribió la “Regla” y el “Testamento”, base de la vida de las clarisas.
Dos veces hizo huir a los sarracenos alistados por Vitale d'Aversa al servicio del emperador Federico II (que querían asolar Asís, y violar los conventos); la primera, ordenando a un sacerdote que dirigiera contra ellos la custodia (1240) desde la ventana del dormitorio; y la segunda totalmente inmovilizada, exhortando a las hermanas a la oración (1241). Dio el último saludo a los restos de Francisco, que había albergado unas semanas, en una pequeña celda de ramaje levantada en el huerto de San Damiano y al que ayudó en sus momentos de sufrimiento cuando vio separarse la Orden de su espíritu fundador. Dos días después de la muerte del santo, obtuvo el permiso para que el cuerpo fuera introducido en la clausura del convento, ante la reja que servía para la comunión. Obligada a guardar cama (de 1224 a 1253), escribió su testamento: "Sed siempre enamoradas de Dios"; y murió delante del Papa y los cardenales que fueron de Perugia, diciendo: "Oh Dios, seas bendito por haberme creado". Patrona de Asís. MEMORIA OBLIGATORIA.
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