Martirologio Romano: En Toledo, en España, santa Beatriz da Silva Meneses, virgen, que fue dama noble de corte de la reina Isabel, pero, después, prefiriendo una vida de mayor perfección, se retiró a las religiosas de la Orden de Santo Domingo durante muchos años y fundó, finalmente, una nueva Orden con el título de Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María.
Nació en Ceuta, en el seno de una familia de la aristocracia. Tuvo como hermano al beato Amadeo de Meneza da Silva. A los diez años pasó a vivir a Portugal, por un destino que su padre recibió de la Corte, al ser nombrado alcalde de Campo Maior (Alentejo). En 1447 dejó Portugal y marchó a Castilla, acompañando a la reina Isabel de Portugal, casada con Juan II, como dama de la reina. Los cronistas de la época dirán de ella: "allende venir de sangre real, era muy graciosa doncella y excedía a todas las demás de su tiempo, en hermosura y gentileza".
A veces residía la reina en Madrigal de las Altas Torres, donde nació su hija Isabel la Católica; otras veces vivía en Tordesillas. Allí, en el monasterio de Santa Clara, se dedicó Beatriz a la oración. Muchas veces fue motivo de rivalidades entre sus numerosos pretendientes. Algunos de ellos, celosos intrigaron contra ella. Los testimonios son numerosos. "Por su gran hermosura fue demandada por muchos condes y duques en matrimonio. Había acaloradas disputas y lances de amor por su causa". Beatriz se refugió en el silencio y la oración "y de voluntad trocara su beldad por la fealdad de la mujer más fea del mundo".
La misma reina, pensando que Beatriz se entendía con el rey, decidió quitársela de en medio. Un día la metió en un baúl, decidida a dejarla morir, estuvo allí tres días. Se descubrió la insidia y liberaron a la santa. Beatriz decidió huir de las intrigas de la Corte y se marchó a Toledo e ingresó en el convento de dominicas de Santo Domingo del Real, en calidad de oyente. Oración y obras de caridad "y la decisión de que ningún hombre la había de ver más el rostro", fueron su norma de vida durante 30 años: su condición de seglar le permitió ir acompañada de dos sirvientas. Todas sus dificultades las venció con la devoción a la Virgen. Su retiro se vio interrumpido por la cantidad de pobres que fueron a pedir su ayuda y que ella se entregó por entero a ellos.
Isabel la Católica solía ir a verla desde Arévalo, con su madre (ya arrepentida del intento homicida). Le regaló el monasterio de Santa Fe, y allí marchó a vivir sus últimos años de su vida como religiosa de la Orden contemplativa de la Inmaculada Concepción (Concepcionistas Franciscanas), que fue fundada por ella con otras doce compañeras, centrada en el culto a la Pasión de Cristo, a la Eucaristía y a la devoción de la Inmaculada. El papa Inocencio VIII autorizó en 1489 la fundación del nuevo monasterio bajo la regla del Cister según las directrices del IV Concilio de Letrán. En el lecho de su muerte profesó como religiosa de la nueva fundación.
Después de su muerte el cardenal Cisneros impuso a su Orden la regla de santa Clara y más tarde tendrá sus propios estatutos y regla propia como una Orden nueva, confirmada por el papa Julio II: Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María. Fue la primera orden contemplativa que recaló en América. El culto de santa Beatriz fue confirmado en 1926, pero la canonización le llegó el 3 de octubre de 1976, bajo el pontificado de SS. Pablo VI.
Después de su muerte el cardenal Cisneros impuso a su Orden la regla de santa Clara y más tarde tendrá sus propios estatutos y regla propia como una Orden nueva, confirmada por el papa Julio II: Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María. Fue la primera orden contemplativa que recaló en América. El culto de santa Beatriz fue confirmado en 1926, pero la canonización le llegó el 3 de octubre de 1976, bajo el pontificado de SS. Pablo VI.
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