Martirologio Romano: En el pueblo de Hornachuelos en Córdoba en España, beata Victoria Déez y Bustos de Molina, virgen y mártir, que, profesora en el Instituto Teresiano, cuando explotó las hostilidades contra la Iglesia, confesó su fe cristiana y sufrió el martirio, mientras exhortaba a los demás hacer otro tanto.
Nació en Sevilla, en el seno de una familia modesta. Estudió dibujo y pintura en la escuela de Bellas Artes de Sevilla y Magisterio en la Normal de Sevilla. Su idea era ser misionera, sin embargo las circunstancias de su familia y conocer a san Pedro Poveda, cambiaron el rumbo de su vida.
Ingresó en la Institución Teresiana en 1926. “Cada día le doy gracias a Dios Nuestro Señor por haberme puesto en contacto con la Institución Teresiana”. Fue destinada como maestra a Cheles, Badajoz, donde comenzó su apostolado. Después fue destinada a la localidad cordobesa de Hornachuelos, en 1928. Aquí realizó una gran labor educativa: solicitó a las autoridades un nuevo local para la escuela que la encontró insuficiente y en malas condiciones. Renovó los métodos docentes y el estilo de las relaciones entre maestra y alumnas, creó la biblioteca escolar e inauguró los paseos por el campo con objetivos previstos; con frecuencia tenía las clases al aire libre. Creó un plan de alfabetización para las chicas y mujeres obreras. En 1935 fue nombrada secretaria de la Junta de Enseñanza Municipal y presidenta del Consejo Local de Hornachuelos, cargo que desempeñó con dedicación y diálogo entre todas las ideologías y tendencias. En 1933 el gobierno de la República prohibió la enseñanza de la religión en la escuela pública. Entonces se dedicó a la catequesis y a formar a catequistas. Trabajó siempre con la Asociación de las Hijas de María. Organizó la Asociación Misionera de la Santa Infancia. Fundó la Acción Católica Femenina, a la que dedicó muchas energías, pues quería que la mujer española tuviera su importancia ante la opinión pública. Con un colega suyo organizó los Círculos de Acción Católica. Era de complesión débil, y sufrió varias enfermedades, como cuando en 1932, a causa de unas dolencias de garganta, fue operada y luego le quitaron todos los dientes, pero no mejoró; también sufrió del estómago, pero nunca perdió su alegría, y su amor a María y a la Eucaristía.
Ingresó en la Institución Teresiana en 1926. “Cada día le doy gracias a Dios Nuestro Señor por haberme puesto en contacto con la Institución Teresiana”. Fue destinada como maestra a Cheles, Badajoz, donde comenzó su apostolado. Después fue destinada a la localidad cordobesa de Hornachuelos, en 1928. Aquí realizó una gran labor educativa: solicitó a las autoridades un nuevo local para la escuela que la encontró insuficiente y en malas condiciones. Renovó los métodos docentes y el estilo de las relaciones entre maestra y alumnas, creó la biblioteca escolar e inauguró los paseos por el campo con objetivos previstos; con frecuencia tenía las clases al aire libre. Creó un plan de alfabetización para las chicas y mujeres obreras. En 1935 fue nombrada secretaria de la Junta de Enseñanza Municipal y presidenta del Consejo Local de Hornachuelos, cargo que desempeñó con dedicación y diálogo entre todas las ideologías y tendencias. En 1933 el gobierno de la República prohibió la enseñanza de la religión en la escuela pública. Entonces se dedicó a la catequesis y a formar a catequistas. Trabajó siempre con la Asociación de las Hijas de María. Organizó la Asociación Misionera de la Santa Infancia. Fundó la Acción Católica Femenina, a la que dedicó muchas energías, pues quería que la mujer española tuviera su importancia ante la opinión pública. Con un colega suyo organizó los Círculos de Acción Católica. Era de complesión débil, y sufrió varias enfermedades, como cuando en 1932, a causa de unas dolencias de garganta, fue operada y luego le quitaron todos los dientes, pero no mejoró; también sufrió del estómago, pero nunca perdió su alegría, y su amor a María y a la Eucaristía.
Con la llegada de la República, le hicieron quitar el crucifijo y la imagen de María de la escuela, con lo que no dejó de protestar, aunque cumplió la disposición. En 1934, quemaron la parroquia de Hornachuelos y el clima comenzó a estar muy enrarecido con los católicos. En 1935, participó en una reunión en León, de teresianas con san Pedro Poveda que las animó a seguir con su trabajo, pasara lo que pasara, siempre puestas en manos de la Providencia. Cuando estalló la Guerra Civil, fue detenida, y se despidió de su madre, que vivía con ella; la fusilaron junto a 10 hombres, le habían dado la oportunidad de renegar de su fe, pero fue inútil, murió diciendo: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva mi Madre!”, aludiendo a una pequeña imagen de María que apretaba entre sus dedos. Sus restos reposan en la sede de las teresianas de Córdoba. Fue beatificada por san Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993.
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