Martirologio Romano: En Barbastro en la provincia de Huesca en Aragón (España), beatos Sebastián Calvo Martínez, sacerdote y cinco compañeros, mártires, que, religiosos de la Congregación de los Misioneros del Corazón Inmaculado de María, en la misma persecución llevaron hasta el final el glorioso combate.
Eran estos religiosos: P. Sebastián Calvo Martínez, Wenceslao María Claris Vilaregut, subdiácono, P. Pedro Cunill Padrós, Hno. Gregorio Chirivás Lacambra, P. José Pavón Bueno, P. Nicasio Sierra Ucar.

Una congestión pulmonar peligrosa le obligó a perder un curso y a ganar a la vez el martirio. Había dicho: “Hoy día es una honra ir a la cárcel por la religión”.

Fue testigo, en 1933 del asalto al seminario, del que logro salir ileso, después de consumir la Eucaristía, para que no fuera profanada. Después del martirio de los dos superiores, fue nombrado superior. Logró salvar a varios religiosos enfermos o achacosos.

Animó a sus hermanos de prision con chistes e historietas, que esponjaban el dramatismo de aquel trance en las horas de recreo.

Al salir del convento tras el arresto de los religiosos, él fue quien llevó consigo la eucaristía en un maletín, por lo que el grupo pudo comulgar clandestinamente. Murió con gran ánimo.

Gregorio Chirivás nació en Siétamo (Huesca), en el seno de una familia de peones camineros en 1880. En 1892, solicitó el ingreso en el postulantado claretiano de Barbastro. En 1897 profesó como Hermano coadjutor en Cervera. Ejercía el oficio de sastre y sacristán en Cervera, Alagón y Lérida, y aquí también sacristán. Pasó luego a Barbastro. Era laborioso, caritativo, ferviente, de carácter sencillo, alegre y bromista.
Estuvieron encarcelados en el salón de los escolapios. Durante los primeros días de cautiverio pudieron recibir la comunión clandestinamente, la Eucaristía, la oración y el rezo del Oficio de los mártires fue el origen de su fortaleza. Se les sometió a varios simulacros de fusilamiento, y se les tentó introduciéndoles prostitutas; ninguno de ellos claudicó. En pequeños papeles de chocolate escribieron: “morimos todos contentos por Cristo y su Iglesia por la fe de España”. Se les fusiló por grupos: estos fueron los mayores: Les ataron las manos a la espalda, y de dos en dos los amarraron codo con codo. El beato P. Secundino María Ortega, desde el escenario, les dio la absolución. Antes de disparar, los milicianos les ofrecieron por última vez la posibilidad de apostatar, pero no quisieron. Fueron beatificados en Roma por el papa Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992 en el grupo de 51 misioneros claretianos mártires de Barbastro.
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