Martirologio Romano: Cerca de Antioquía, en Siria, san Simeón, monje, que durante muchos años vivió sobre una columna, por lo que recibió el sobrenombre de “Estilita”, y cuya vida y trato con todos fueron admirables.
Nació en Sisán, Sis o Sisa (localidad no identificada) en Cilicia, en el seno de una familia cristiana; hijo de un pastor, y en su juventud ejerció este oficio. Se dice que un día entró en una iglesia en el momento en el que leían las Bienaventuranzas, aquellas palabras le impresionaron vivamente; un anciano monje se las interpretó (se dice que era el abad Timoteo). Animado por una luz interior, se retiró al monasterio de Teledan (donde estuvo 12 años); donde se destacó por sus duras penitencias, de tal manera que los superiores lo alejaron del cenobio. Durante un breve tiempo vivió en una cisterna desecada y después de tres años ingresó en el monasterio de Tel-Neshin, dirigido por el abad Heliodoro, pero no fue aceptado por la comunidad por su rigor ascético; más tarde en el 412, se retiró a un monasterio abandonado cerca de Antioquía-Telanissos donde llegó a tapiarse encadenándose un pie a una roca. Vivió en obediencia.
De nuevo, hacia el 423, cambió de residencia y se marchó por parajes solitarios, buscando nuevas austeridades. La fama de sus ascetismos trascendió lejos. Acudían multitudes a contemplar aquel milagro de penitencia. Deseando esconderse a los ojos del mundo, huyó de nuevo a la cima de un monte, para dedicarse sin estorbos a la oración. Pero pronto lo descubrieron y de todas partes acudían para ver y hablar al hombre de Dios, prodigio de oración y ascetismo.
A los 33 años se subió a una columna como penitencia y soledad, cerca de Antioquía; ya que la muchedumbre no le dejaba en paz, estuvo allí hasta los 69 años; en la medida que deseaba mayor soledad más alta construía su columna, pero las gentes seguían acudiendo (incluso de España y Francia). Durante 40 años pasó toda la Cuaresma sin comer nada.
Usó de su influencia para apoyar las decisiones del Concilio de Calcedonia y fue consultado por gentes de todo rango y condición. Su vida penitencial la ofreció por las almas de los pecadores. Siempre estuvo de pie, soportando los rigores climáticos, vivió como una antorcha que orientaba los ojos de todos hacia Dios. De él se ha dicho que su vida es admirable pero no imitable. Tuvo varios discípulos "los estilitas", pero no duraron mucho.
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