
Fue don Sabino un salesiano de espíritu serio, quizás un poco reservado, muy estudioso, culto, exigente consigo mismo y también con los demás, buen predicador, buen religioso, exacto cumplidor de las Constituciones, las cuales defendía con tesón cuando era menester y a las cuales ajustaba su criterio y su consejo.
El día 19 de julio de 1936, este sacerdote salesiano sufrió, junto con los demás hermanos de la comunidad de Estrecho, las consecuencias del asalto al colegio. Con todos ellos fue conducido a la Dirección General de Seguridad. Don Sabino llegó sangrando. Al salir libre aquella misma tarde, y tras otros intentos, encontró asilo en el domicilio de doña Ana Fernández Vallejo, en la calle Fuencarral, 10. El día 28 de julio unos milicianos irrumpieron en el piso y le detuvieron por ser sacerdote. Inmediatamente lo llevaron a un desconocido lugar donde lo fusilaron.
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