Recibió como un don de Dios las enfermedades que le atacaron progresivamente y que la llevaron al borde de la muerte, como una forma grave tuberculosis en la espina dorsal, con dolores en las vértebras que la paralizó completamente. Fue curada milagrosamente por una reliquia de san Francisco Javier. No tardó en extenderse su fama por los carismas particulares que le asistían, como los dones taumatúrgicos, y por la curación milagrosa.
Muchos sacerdote, laicos, nobles y humildes se acercaban a ella para buscar ayuda espiritual. A ella, no le gustaban estas visitas y por obediencia recibía a todos y a todos les consolaba y convertía llenándoles el corazón con una profunda paz.
Su abnegación prosiguió, también cuando llegaron otras enfermedades, obligándola a estar en una silla de ruedas, crucificándose con Jesús por la Iglesia y por las almas. Fue subpriora y priora. Por obediencia y por consejo de su director espiritual, escribió su “Autobiografía” y su “Diario”, así como numerosas cartas y exhortaciones para las religiosas. Murió en Nápoles después de dolorosísimas enfermedades que la dejaron ciega y que ella ofreció, sonriente, como altar de sacrificio por las almas. Aunque murió un 14 de marzo, su festividad litúrgica se celebra el 26 de junio, aunque en el Martirologio Romano en su edición española aparece el 14 de marzo. Fue beatificada el 1 de junio de 2008, por Benedicto XVI.
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