La que da culto a María.
Martirologio Romano: En Quito, en Ecuador, santa Mariana de Jesús de Paredes, virgen, que en la Tercera Orden Regular de San Francisco consagró su vida a Cristo, empleando sus energías en ayudar a los indígenas pobres y a los negros.
Llamada la "azucena de Quito". Nació en Pichincha o Quito (Ecuador) y fue la penúltima de los ocho hijos que tuvieron su padre el capitán español Jerónimo Flores y la quiteña Mariana Granobles, en cuya casa daban albergue y educación a los huérfanos de la ciudad; ya de niña se distinguió por una gran devoción. Pronto quedó huérfana de padre y madre y se hizo cargo de su educación su hermana Jerónima, que estaba casada. Su hermana vio en ella una gran inteligencia, y por ello cuidó que tuviera una educación esmerada para una mujer de su época. Muy pronto, a los 7 años, hizo voto de virginidad y de pobreza dejando todo su patrimonio a sus hermanos. Fue una niña con una gran inquietud misionera, intentó huir de su casa con algunas compañeras para predicar a los indios. Después pensó en una experiencia de vida eremítica junto a un santuario mariano, que tampoco pudo llevar a termino.
No pudo hacerse monja de clausura, en el tiempo que transcurrió desde su solicitud en el convento, hasta su admisión, recapacitó y vio que su vocación estaba en el mundo, para ello organizó libremente su vida religiosa a la sombra de la Compañía de Jesús, viviendo como ermitaña en la casa de su cuñado. Como los jesuitas no tenían una tercera orden, se hizo terciaria franciscana, al mismo tiempo, que sintiendo admiración por santa Teresa de Jesús, vivió la regla carmelitana hasta sus últimas consecuencias. Entregada a rigurosos ayunos, a larguísimas oraciones y terribles penitencias que salían de lo humano. Amaba la naturaleza, mandaba flores a los pobres y enfermos, a los que consolaba con alegría y paz interior; cantaba y sabía tocar varios instrumentos, porque veía en la música un lenguaje casi divino. Enseñó el catecismo a los niños. Su casa era lugar de apostolado, donde acudían gentes de toda condición social para pedirle consejo. Durante el terremoto de Quito de 1645, y la epidemia de peste, ofreció su vida por la salvación de la ciudad y poco tiempo después murió de una extraña enfermedad de hidropesía. Su vida quedó simbolizada, según se cuenta, en una hermosa azucena que brotó en el jardín donde ella acostumbraba a echar el agua con que lavaba las heridas de sus penitencias. En 1946, la Asamblea Constituyente de la República de Ecuador la declaró heroína de la patria. Fue canonizada por Pío XII el 9 de julio de 1950. Es la primera santa de Ecuador.
Llamada la "azucena de Quito". Nació en Pichincha o Quito (Ecuador) y fue la penúltima de los ocho hijos que tuvieron su padre el capitán español Jerónimo Flores y la quiteña Mariana Granobles, en cuya casa daban albergue y educación a los huérfanos de la ciudad; ya de niña se distinguió por una gran devoción. Pronto quedó huérfana de padre y madre y se hizo cargo de su educación su hermana Jerónima, que estaba casada. Su hermana vio en ella una gran inteligencia, y por ello cuidó que tuviera una educación esmerada para una mujer de su época. Muy pronto, a los 7 años, hizo voto de virginidad y de pobreza dejando todo su patrimonio a sus hermanos. Fue una niña con una gran inquietud misionera, intentó huir de su casa con algunas compañeras para predicar a los indios. Después pensó en una experiencia de vida eremítica junto a un santuario mariano, que tampoco pudo llevar a termino.
No pudo hacerse monja de clausura, en el tiempo que transcurrió desde su solicitud en el convento, hasta su admisión, recapacitó y vio que su vocación estaba en el mundo, para ello organizó libremente su vida religiosa a la sombra de la Compañía de Jesús, viviendo como ermitaña en la casa de su cuñado. Como los jesuitas no tenían una tercera orden, se hizo terciaria franciscana, al mismo tiempo, que sintiendo admiración por santa Teresa de Jesús, vivió la regla carmelitana hasta sus últimas consecuencias. Entregada a rigurosos ayunos, a larguísimas oraciones y terribles penitencias que salían de lo humano. Amaba la naturaleza, mandaba flores a los pobres y enfermos, a los que consolaba con alegría y paz interior; cantaba y sabía tocar varios instrumentos, porque veía en la música un lenguaje casi divino. Enseñó el catecismo a los niños. Su casa era lugar de apostolado, donde acudían gentes de toda condición social para pedirle consejo. Durante el terremoto de Quito de 1645, y la epidemia de peste, ofreció su vida por la salvación de la ciudad y poco tiempo después murió de una extraña enfermedad de hidropesía. Su vida quedó simbolizada, según se cuenta, en una hermosa azucena que brotó en el jardín donde ella acostumbraba a echar el agua con que lavaba las heridas de sus penitencias. En 1946, la Asamblea Constituyente de la República de Ecuador la declaró heroína de la patria. Fue canonizada por Pío XII el 9 de julio de 1950. Es la primera santa de Ecuador.
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