(it.: Crispino da Viterbo, Pietro Fioretti).
De pelo rizado, ensortijado.
Martirologio Romano: En Roma, san Crispín de Viterbo, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que mientras recorría los pueblos de las montañas para mendigar limosna, enseñaba los rudimentos de la fe a los campesinos.
Nació en Viterbo en el seno de una familia humilde, y se llamaba Pedro Ubaldo Fioretti. Pronto se quedó huérfano de padre y tuvo la ayuda de un tío suyo que le hizo estudiar la escuela elemental con los jesuitas; después trabajó como aprendiz de zapatero. Después de una procesión pidiendo la ayuda, ante la vista de los novicios capuchinos, ingreso en 1693 en los capuchinos del convento de Palanzana como hermano lego (al tomar el hábito eligió el nombre de Crispín) y fue encargado de la cocina en los conventos de Viterbo, Tolfa, Roma y Albano; amaba definirse como "la pequeña bestia de los capuchinos".
Durante casi cuarenta años, estuvo dedicado a mendigar al servicio de su convento de Orvieto. Su afabilidad era conocida de todos. “El que ama a Dios con pureza de corazón -solía decir- vive feliz y muere contento”. Mantuvo una disponibilidad heroica para con los hermanos y pobres; ofrecía a todos ayuda material y espiritual. Realizó una verdadera catequesis itinerante. Repetía con frecuencia: “El poder de Dios nos crea, su sabiduría nos gobierna, la misericordia nos salva”. Tuvo correspondencia con todo tipo de personas y condición social y mantuvo una estrecha amistad con el papa Clemente XI y san Felix Cantalicio. Fue un gran asceta, pero siempre alegre y un gran amante de María.
Murió de una corta enfermedad en Orvieto después de un viaje a Roma, tras lo cual llegó una turba de devotos deseosos de verlo y de tener alguna reliquia suya. Los milagros se multiplicaron. Fue beatificado en 1806 por Pío VII y canonizado por SS Juan Pablo II el 20 de junio de 1982; fue la primera canonización de este Papa.
Nació en Viterbo en el seno de una familia humilde, y se llamaba Pedro Ubaldo Fioretti. Pronto se quedó huérfano de padre y tuvo la ayuda de un tío suyo que le hizo estudiar la escuela elemental con los jesuitas; después trabajó como aprendiz de zapatero. Después de una procesión pidiendo la ayuda, ante la vista de los novicios capuchinos, ingreso en 1693 en los capuchinos del convento de Palanzana como hermano lego (al tomar el hábito eligió el nombre de Crispín) y fue encargado de la cocina en los conventos de Viterbo, Tolfa, Roma y Albano; amaba definirse como "la pequeña bestia de los capuchinos".
Durante casi cuarenta años, estuvo dedicado a mendigar al servicio de su convento de Orvieto. Su afabilidad era conocida de todos. “El que ama a Dios con pureza de corazón -solía decir- vive feliz y muere contento”. Mantuvo una disponibilidad heroica para con los hermanos y pobres; ofrecía a todos ayuda material y espiritual. Realizó una verdadera catequesis itinerante. Repetía con frecuencia: “El poder de Dios nos crea, su sabiduría nos gobierna, la misericordia nos salva”. Tuvo correspondencia con todo tipo de personas y condición social y mantuvo una estrecha amistad con el papa Clemente XI y san Felix Cantalicio. Fue un gran asceta, pero siempre alegre y un gran amante de María.
Murió de una corta enfermedad en Orvieto después de un viaje a Roma, tras lo cual llegó una turba de devotos deseosos de verlo y de tener alguna reliquia suya. Los milagros se multiplicaron. Fue beatificado en 1806 por Pío VII y canonizado por SS Juan Pablo II el 20 de junio de 1982; fue la primera canonización de este Papa.
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