(Liduina, Leoduvina, Lydia, Lydvid, Liduvina, Lidwina, Ludivina, Ludiwina, Luduvina, Luzdivina).
Pueblo victorioso. Amigo del pueblo.
Nació en Schiedam en Holanda. Su padre era el sereno de la ciudad. A los 15 años renunció al matrimonio porque deseaba consagrarse a Dios. Un día de fuerte helada sufrió una caída, mientras patinaba con unas amigas, que la dejó paralizada durante 40 años. Todo será, a partir de entonces, sufrimiento, donde las llagas, calenturas, huesos desencajados, fortísimas jaquecas, continuos vómitos de sangre, dolores en el pulmón, en el hígado y en el vientre, imposibilidad de comer ni beber, abscesos que se reventaban, antojos de cosas repugnantes como el agua sucia, un largo martirio sin tregua, inmovilizada en el lecho. A los atroces tormentos físicos vinieron a añadirse los morales, ya que pasó terribles tentaciones de falta de fe, de miedo a condenarse, de noches oscuras del espíritu. Los primeros cuatro años sufrió una constante desolación interior, hasta que alguien le dijo: "Hasta ahora has meditado poco en la Pasión de Cristo; medita; y verás como el yugo del Señor es suave. -Es imposible, no sé lo que es la meditación" repitió algún tiempo.
Poco a poco, sus sufrimientos se fueron uniendo a los de Cristo, hasta construir un ideal redentor. Un día al traerle la comunión encuentra a Jesús como los discípulos de Emaús y su corazón permaneció ardiente en un apostolado de ideal misionero y así en su sufrimiento pudo decir: "Señor, perdón por esos pecados que cometen, contra Ti, los hombres". Sus padecimientos los inmoló por la unión de la Iglesia (en aquellos días se efectuaba el Cisma de Occidente). Unos la tenían como santa y acudían a su poderosa intercesión ya que obraba muchos milagros. Y otros la consideraban una histérica, hasta loca y poseída del demonio. Ella oía sin replicar y ofreciendo al Señor cuanto le pasaba. Tomás de Kempis escribió su vida, y ella misma decía que olvidaba su penoso estado cuando veía el rostro de su ángel de la guarda, lo cual le hacia suponer cuál no sería la hermosura del rostro de Dios. Patrona de Schiedam.
El culto a la beata Lidvina se ha extendido mucho más allá de las fronteras de su patria, pues se ha convertido en la patrona de las almas escogidas que viven retiradas del mundo y hacen penitencia por los pecados de los otros. Aunque muy frecuentemente se la llama «santa», Lidvina no ha sido formalmente canonizada, pero su culto fue confirmado por León XIII el 14 de marzo de 1890.
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