(Hugocio, Hugoso).
Inteligente, juicio, pensamiento.
Martirologio Romano: En Grenoble, ciudad de Burgundia, san Hugo, obispo, que trabajó denodadamente en la reforma de las costumbres del clero y del pueblo, y, amante de la soledad, durante su episcopado ofreció a san Bruno, maestro suyo en otro tiempo, y a sus compañeros, el lugar de la Cartuja, que presidió como primer abad, rigiendo durante cuarenta años esta Iglesia con esmerado ejemplo de caridad.
Nació en Chatênauneuf d´Isere (Drôme), en el Delfinado y era hijo de un oficial del ejército. Era un hombre extremadamente tímido, pero supo transformar su timidez en humildad. Estudió en Valence, donde fue ordenado sacerdote y fue nombrado canónigo de su catedral. Tenía 27 años, cuando en el 1080, mientras asistía al sínodo provincial de Aviñón, el legado papal le instó a aceptar la sede de Grenoble, y fue consagrado obispo por el papa san Gregorio VII. Estuvo al frente de su diócesis casi medio siglo. Durante este tiempo buscó siempre la forma de renunciar a su cargo. Cuando llegó a su diócesis se la encontró verdaderamente fuera de control: concubinato de clérigos, simonía, usura, pésima moralidad entre los fieles, deudas y mala administración en el obispado; quiso ponerle remedio, pero al cabo de dos años, pensó que no había nada que hacer y, ansiando vida de oración, se retiró al monasterio cluniacense de Chaise Dieu. El papa le urgió paternalmente que volviera a su sede.
Trece años después, acogió en su diócesis a san Bruno y sus seis compañeros; y los llevó a la Gran Cartuja, cediéndoles los terrenos para su construcción. Según cuenta la leyenda convenció a su padre, Odilo, para que se hiciera cartujo, y vivió como tal hasta su muerte. Eligió a Bruno como su director espiritual y participó en aquella vida de penitencia; con gran fruto espiritual de sus fieles en su modestia máxima y en sus arrebatos continuos. Ya en la vejez, atormentado de las tentaciones que le hacían dudar de la Providencia, pidió ser exonerado de su cargo, pero no fue escuchado. Tuvo amistad con san Bernardo de Claraval, que le visitó varias veces.
En Hugo buscaban consejo los poderosos. Y Hugo, el hombre manso y cordial, se mostró inflexible cuando estaba en juego la gloria de Dios o los intereses espirituales de la Iglesia. En 1112, asistió al concilio de Vienne y tomó parte en la condena del emperador Enrique IV. Y en el concilio de Puy-en-Velay se mostró enérgico en la defensa del papa Inocencio II, contra la ambición del antipapa italiano Anacleto II (1130-1138), que fue excomulgado. Hugo fue uno de los obispos que más trabajó para acabar con el cisma. Con casi 80 años, murió en Grenoble. El papa Inocencio II lo canonizó el 22 de abril de 1134.
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