Martirologio Romano: En Braga, en la región de Lusitania, san Fructuoso, obispo, el cual, monje y fundador de monasterios, fue obispo de Dumio, y después, por voluntad de los Padres del décimo Concilio de Toledo, también obispo metropolitano de Braga, sede que, junto con sus monasterios, rigió con prudencia.
Nació en España, hijo de un oficial del ejército visigodo. Siendo todavía muy joven renunció a sus posesiones, las entregó a los pobres, para poder ir a la escuela palentina del obispo Conancio, prelado famoso por su sabiduría y santidad.
Terminada esta etapa de formación, fue ordenado sacerdote, pero quiso mayor perfección y se hizo monje y después ermitaño en el Bierzo donde tuvo muchos discípulos (entre ellos a san Valerio de Astorga), tantos que se pensó que se despoblaría el país. Todos admiraron la prudencia, la sabiduría y, sobre todo, la bondad, caridad y piedad de Fructuoso. Escribió una regla monástica inspirada en la de san Benito. En muchas ocasiones intentó alejarse de aquel género de vida porque eran ya tantos los que acudían a él que no le dejaban tiempo para entregarse a la oración, pero sus monjes se lo impidieron y le obligaron a abrir nuevas fundaciones en el norte de España y Portugal.
Terminada esta etapa de formación, fue ordenado sacerdote, pero quiso mayor perfección y se hizo monje y después ermitaño en el Bierzo donde tuvo muchos discípulos (entre ellos a san Valerio de Astorga), tantos que se pensó que se despoblaría el país. Todos admiraron la prudencia, la sabiduría y, sobre todo, la bondad, caridad y piedad de Fructuoso. Escribió una regla monástica inspirada en la de san Benito. En muchas ocasiones intentó alejarse de aquel género de vida porque eran ya tantos los que acudían a él que no le dejaban tiempo para entregarse a la oración, pero sus monjes se lo impidieron y le obligaron a abrir nuevas fundaciones en el norte de España y Portugal.
Con todos los que intentaron seguirle, Fructuoso fue tajante y claro: había que someterse a la regla y quien no fuese capaz de observarla que abandonase el monasterio. La regla hacía hincapié, sobre todo, en dos cosas: La vida de comunidad que era el quicio de toda su vida monacal y el profundo sentido de obediencia. Fue muy amante de hacer peregrinaciones a lugares sagrados con espíritu penitencial: al sepulcro de santa Eulalia de Mérida, Sevilla y Cádiz, para fundar nuevos centros monásticos y parece que hasta intentó visitar Tierra Santa y Egipto, pero no pudo ir a causa de la oposición del rey, temeroso por su vida. San Braulio, obispo de Zaragoza le llamó: "Brillante faro de la espiritualidad española". Fue nombrado obispo y abad de Dumio y en el X concilio de Toledo (656) fue nombrado metropolitano de Braga, en el reino de Galicia. Siguió su misma línea de piedad, austeridad y amor a la soledad, pero entregado al cuidado de su grey. Es el gran renovador de la espiritualidad del siglo VII en España con escritos poéticos y de orden disciplinar monástico. Está enterrado en la iglesia del monasterio de San Jerónimo el Real, en Santiago de Compostela.
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