(Agab).
Magnífico, espléndido.
Martirologio Romano: Conmemoración de san Agabo, profeta, que, según atestiguan los Hechos de los apóstoles, movido por el Espíritu Santo anunció una gran hambre sobre toda la tierra, así como las dificultades que san Pablo habría de soportar de los gentiles.
Profeta de Antioquía, que se le nombra dos veces en los Hechos de los Apóstoles 11, 28; 21, 11-13. Vivía en Jerusalén de donde pasó a Antioquía, su extraño nombre quizás sea una deformación griega de una palabra semita.
En los Hechos (11, 28) se dice que "levantándose, anunció impulsado por el Espíritu que habría una grave carestía en toda la tierra. Cosa que sucedió bajo el imperio de Claudio". En efecto entre el 49-50 el imperio romano sufrió una gran hambruna, primero en Grecia y después en Roma y en el resto de las costas mediterráneas. Su profecía tenía la finalidad intrínseca de la solidaridad: la más rica comunidad cristiana de Antioquía de Siria sostuvo a los hermanos pobres de Judea (11, 29).
En los Hechos (11, 28) se dice que "levantándose, anunció impulsado por el Espíritu que habría una grave carestía en toda la tierra. Cosa que sucedió bajo el imperio de Claudio". En efecto entre el 49-50 el imperio romano sufrió una gran hambruna, primero en Grecia y después en Roma y en el resto de las costas mediterráneas. Su profecía tenía la finalidad intrínseca de la solidaridad: la más rica comunidad cristiana de Antioquía de Siria sostuvo a los hermanos pobres de Judea (11, 29).
Ágabo reaparece más adelante, cuando san Pablo marchó por última vez a Jerusalén. Al llegar al puerto de Cesarea, fue hospedado por el diácono Felipe, que tenía cuatro hijas dotadas del carisma profético. De Judea llegó Ágabo: "Ágabo, tomando el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Esto dice el Espíritu Santo: el hombre al que pertenece este cinturón será maniatado así por los judíos en Jerusalén y será entregado en las manos de los paganos. Al oir esto, nosotros y aquellos del lugar rogamos a Pablo que no bajara a Jerusalén. Pero Pablo replicó: ¿Por qué hacéis esto, llorando y destrozándome el corazón? Estoy pronto no sólo a ser encadenado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús" (21, 11-13). Cualquier otra noticia sobre este santo es pura fantasía.
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