Martirologio Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, san Braulio, obispo, que siendo amigo íntimo de san Isidoro, colaboró con él para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia.
No se sabe donde nació. Según unos en Gerona, según otros en Zaragoza. Su familia se movía muy cerca de las jerarquías eclesiásticas y era de origen hispanorromano. Su mismo padre, Gregorio, fue obispo, probablemente de Osma. Su hermano Juan fue obispo de la sede zaragozana, tras haber sido abad de un monasterio de Zaragoza. Otro hermano suyo, Frunimio o Fronimiano, fue abad, y habla en sus cartas de sus hermanas abadesas, Pomponia y Basila. Estudió junto a su hermano Juan, con quién alcanzó una gran preparación clásica, escriturística y patrística. Destacó también en la poesía y en la música, y llegó a componer himnos y melodías, incorporados a la liturgia visigótica, escribió la “Vida de San Emiliano” (san Millán de la Cogolla). Abad del convento de Santa Engracia de Zaragoza.
Su afán de saber era insaciable. Se trasladó a Sevilla, en el 631, atraído por el prestigio de san Isidoro que fue su gran maestro y amigo. La correspondencia entre ambos era entrañable. Deseban volver a encontrarse, se enviaban obsequios. "Cuando recibas algún escrito de tu amigo, abrázale como si fuese el amigo mismo, pues éste es el único consuelo entre los ausentes. Te envío un anillo, prenda de mi afecto, y un manto que sirve como para proteger nuestra amistad". Braulio le contestó emocionado y le pidió que le enviara el libro de las “Etimologías”, que Isidoro había escrito por sus ruegos. Se las envió para que Braulio se las corrigiera.
Murió su hermano Juan, y le sucedió en la sede episcopal de Zaragoza (631-651). Su ciencia y santidad se manifiestaron en los concilios IV, V y VI de Toledo. Fue comisionado para exponer al papa Honorio I la actuación del episcopado español, llamativamente favorable a la presencia de los judíos en la península, y acusados por el propio Papa de lenidad. Braulio hizo sentir su voz enérgica protestando por semejante acusación y defendió valientemente que “no hay fuerza para doblegar los espíritus como el fuego del amor y los maternales cariños de la reflexión cristiana” y no los poco evangélicos de la coacción y la violencia.
La influencia de Braulio se extendió a todos los campos y personas. Su vida se resume en este su pensamiento: "Estamos locos; las apariencias emborrachan nuestra mentalidad; nos creemos indestructibles; pero la muerte se acerca silenciosa, aunque nuestra ciega ilusión no vea más que las alegrías de la vida. Dichosos aquellos que tienen su alegría en Dios; y su gozo se centra en la eterna felicidad".
Su diócesis fue España entera. A él acudió san Eugenio de Toledo, teólogo, poeta y santo, al que preparó como su sucesor suyo en Zaragoza, y que lo cedió para la sede primada de Toledo, ante las presiones de Chindasvinto. A él acudió san Fructuoso, legislador del monacato en España y arzobispo de Braga. Braulio colaboró en la corrección del “Fuero Juzgo”. Organizó un Escritorio para la búsqueda y copia de códices, para que no se perdiera la cultura clásica. Ejemplo de esta pasión bibliófila fue su correspondencia con el célebre abad Tajón, quién habría de sucederle en la sede aragonesa. Asistió a la muerte de san Fulgencio, obispo de Cartagena, en 630. Al final de su vida se quedó ciego y murió en Zaragoza. Patrón de Aragón.
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