Martirologio Romano: En Alcalá de Henares, en España, beato Julián de San Agustín, religioso de la Orden de Hermanos Menores Descalzos, que, tomado por loco a causa de su exagerada penitencia, y varias veces rechazado de la vida religiosa, predicó a Cristo más con el ejemplo de su virtud que con la palabra.
Nació en Medinaceli, Soria y se llamaba Julián Martínez o Martinete. Ingresó en el convento franciscano de La Salceda, y por su rigorismo ascético, se le consideró trastornado y por ello fue rechazado dos veces por los franciscanos, hasta que consiguió ingresar como hermano lego en Santorcaz.
Acompañó a los predicadores franciscanos en sus misiones, como fraile limosnero en los conventos donde vivió: La Salceda, Ocaña y Santa María de Jesús en Alcalá de Henares; tocaba la campana por los caminos para llamar a la gente para que escuchasen los sermones. Fue dotado de dones taumatúrgicos, del don de profecía y de la ciencia infusa. Atendía a los pobres y enfermos; exhortaba a los ricos a ayudar a los pobres, fue muy popular y adquirió fama de santidad por su sencillez, obediencia, humildad y sobre todo un gran espíritu de oración. Lope de Vega escribió sobre él en “El saber por no saber” y “Vida de San Julián de Alcalá de Henares”.
Su fama se extendió rápidamente, y la reina Margarita, madre de Felipe IV, manifestó el deseo de conocerle. Muy contra su voluntad, Julián tuvo que obedecer a sus superiores e ir a la corte; pero estaba tan intimidado, que no pudo pronunciar una sola palabra. En 1606, le sobrecogió una grave enfermedad a dos leguas de Alcalá de Henares; rehusándose a admitir que le transportasen en un carruaje, el beato se arrastró hasta el convento de San Diego, donde murió. El pueblo empezó inmediatamente a venerarle como santo, pero no fue oficialmente beatificado sino hasta el 23 de mayo de 1825 por León XII.
Acompañó a los predicadores franciscanos en sus misiones, como fraile limosnero en los conventos donde vivió: La Salceda, Ocaña y Santa María de Jesús en Alcalá de Henares; tocaba la campana por los caminos para llamar a la gente para que escuchasen los sermones. Fue dotado de dones taumatúrgicos, del don de profecía y de la ciencia infusa. Atendía a los pobres y enfermos; exhortaba a los ricos a ayudar a los pobres, fue muy popular y adquirió fama de santidad por su sencillez, obediencia, humildad y sobre todo un gran espíritu de oración. Lope de Vega escribió sobre él en “El saber por no saber” y “Vida de San Julián de Alcalá de Henares”.
Su fama se extendió rápidamente, y la reina Margarita, madre de Felipe IV, manifestó el deseo de conocerle. Muy contra su voluntad, Julián tuvo que obedecer a sus superiores e ir a la corte; pero estaba tan intimidado, que no pudo pronunciar una sola palabra. En 1606, le sobrecogió una grave enfermedad a dos leguas de Alcalá de Henares; rehusándose a admitir que le transportasen en un carruaje, el beato se arrastró hasta el convento de San Diego, donde murió. El pueblo empezó inmediatamente a venerarle como santo, pero no fue oficialmente beatificado sino hasta el 23 de mayo de 1825 por León XII.
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