Nació probablemente en Bourges, en Francia, en el seno de una familia pudiente y muy religiosa. Cuando llegó a la adolescencia se preguntó sobre la finalidad de su vida. Quiso visitar al personaje religioso más importante de la región, el obispo san Lupo de Troyes. El anciano prelado vio en el joven sinceras virtudes cristianas y se lo llevó consigo como colaborador. Aventino se distinguió por su humildad y el celo con el que trabajaba; constante en la práctica de la piedad, pero en la virtud que le distinguió fue la caridad hacia el prójimo. Junto con san Lupo liberó a muchos esclavos y se preocuparon de su sustento y educación en la fe.
En el 479 murió san Lupo y le sucedió en la sede san Cameliano, que conocedor de la virtud de Aventino, lo hizo su limosnero y ecónomo. Solamente Dios sabe cómo pudo atender y socorrer a tantos indigentes con los bienes de la diócesis sin que estos se vieran mermados. La fama de Aventino fue tanta, que él por humildad, le pidió al obispo permiso para retirarse a vivir en soledad.
El lugar donde vivió hoy se llama Saint-Aventin, y era un eremo donde ya existía una comunidad que cuando él llegó fue elegido superior. El retiro llegó a ser una escuela de perfección. A pesar de su retiro no dejó de pensar en conseguir la libertad de los esclavos; entre los que liberó se encuentra san Fidolo, que luego lo sustituiría como superior de la comunidad. Como la fama de santidad de Aventino era tanta, e iba tanta gente a visitarlo para pedirle consejo, que la tranquilidad de la comunidad se vio comprometida y Aventino decidió alejarse de nuevo.
Se retiró a un lugar solitario a lo largo del río Sena, lejano cerca de 7 millas de Troyes. Llevó consigo pan, algunas legumbres, un pico y algunas semillas. No quería que nadie lo mantuviera. Finalmente había conseguido la tranquilidad que tanto deseaba, dividía su tiempo entre la oración, el trabajo y penitencia. Pero su fama atrajo a muchos e incluso el obispo san Cameliano, que sabía de su conocimiento de las Escrituras, lo ordenó sacerdote. Vivió los últimos años de su vida celebrando la Misa en su choza, con la asistencia de los lugareños. Tuvo dones taumatúrgicos. Sus reliquias reposan en una iglesia que lleva su nombre. Saint-Aventin-sous-Verrières y el pueblo de Creney lo veneran como patrón.
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