Vigilante, guardián, que vela.
Formó parte del séquito del cardenal cisterciense Giacomo da Pecorara, al que ayudó a resolver algunos conflictos y con él se marchó a Lyon, donde obtuvo una canonjía en la catedral luego fue archidiácono en Lieja. No aceptó ser obispo de Piacenza. Marchó a Roma con el cardenal hasta su muerte en 1244.
Participó en la preparación del I Concilio de Lyon, donde fue excomulgado el emperador Federico II, volvió a Lieja donde ejerció su cargo de arcediano; mientras ostentaba este cargo se le confió la predicación de la última cruzada. Parece que acudió a París a terminar sus estudios de teología y aquí conoció a santo Tomás de Aquino, a san Buenaventura, al rey san Luis IX, y a los futuros papas Clemente IV y a san Inocencio V. En su cargo en Lieja tuvo varios enfrentamientos con su obispo y fue acogido por el papa Clemente IV y le encargó que acompañara al cardenal Fieschi en una misión diplomática. Acompañó a los cruzados a Palestina y allí ejerció una labor meritoria de aliento y vida de santidad. Recibió a Marco Polo a su vuelta de Tartaria así como a los legados del Gran Khan que pedían al Papa hombres doctos que le explicaran el cristianismo. En 1268 murió el papa. La sede de Roma permaneció vacante durante tres años porque los electores no se pusieron de acuerdo. Se encontraba en San Juan de Acre cuando fue elegido Papa: aunque era sólo diácono; se embarcó hacia Italia y en Viterbo recibió el sacerdocio y el episcopado, marchando a Roma donde no habían estado los dos papas anteriores.
A él se debe la introducción del Cónclave y la realización del II Concilio de Lyon, en el cual los ortodoxos orientales se reconciliaron (solo temporalmente) con la Iglesia Católica. A este concilio invitó a santo Tomás de Aquino, que murió unos meses antes de su apertura, a san Buenaventura, a quien nombró cardenal y el futuro beato Inocencio V. Quiso que su pontificado tuviera tres puntos claros: la reforma de las costumbres, la unión con los orientales y la reconquista de Tierra Santa. A él se debe el reservar a los obispos la facultad de impartir el sacramento de la Confirmación y el canon que condenaba la opinión según la cual Jesucristo habría prohibido a la Iglesia tener propiedades.
No aceptó las pretensiones de Alfonso X de Castilla y ratificó como emperador a Rodolfo de Habsburgo. A su regreso de Lyon, murió en Arezzo atacado por unas fiebres. En 1713, Clemente XI confirmó su culto.
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