Gracia de Dios, benéfica, compasiva.
Se llamaba Ana Monteagudo y Ponce de León. Nació en Arequipa (Perú) donde transcurrió toda su vida. Fueron sus padres el español Sebastián Monteagudo y la arequipeña Francisca de León, que formaban un matrimonio acomodado. Ana era la cuarta hija de ocho hermanos. A los tres años ingresó como interna en el monasterio de las dominicas de Santa Catalina de Siena de Arequipa para que recibiera una educación humana y cristiana. En 1615, sus padres intentaron retirarla del monasterio con el fin de casarla, pero ella ya había tomado la determinación de ingresar como monja. En 1619 hizo su profesión solemne y tomó el nombre de Ana de los Ángeles.
Centró su espiritualidad en un intenso amor por la Eucaristía, vivencia de la cruz y devoción por María. En atención a su piedad obtuvo el cargo de sacristana en 1632, ya que así podía socorrer mejor a los pobres. Pasados los 40 años, fue nombrada maestra de novicias y poco después (1648), el obispo don Pedro Ortega de Sotomayor, sugirió que fuera nombrada priora para que restableciera la observancia de la regla y las constituciones de la Orden para entonces bastante relajadas. Ana consiguió, tras ardua labor, la reforma gracias a la firmeza unida a un gran espíritu de comprensión y caridad. Estuvo atenta a las orientaciones del II concilio de Lima sobre el gobierno de los monasterios. Cosa que no impidió que fuera objeto de calumnias y difamaciones, e incluso un grupo de religiosas descontentas, animadas por las seglares del convento, intentaron envenenarla. Cuando estalló una epidemia de cólera fue la primera en atender a los enfermos.
Terminado su mandato de priora, se retiro al silencioso retiro de las obras de caridad. Pero las enfermedades y una ceguera prematura, la llevaron a una mayor entrega en la oración y el amor a Cristo. Murió totalmente sola en su celda claustral, pero su entierro fue multitudinario. Fue beatificada en Arequipa por el Papa Juan Pablo II en 1985. Patrona de Arequipa.
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