Martirologio Romano: En Seúl, de Corea, santa Cecilia Yu So-sa, mártir, que, siendo viuda, en odio a la fe la despojaron de sus bienes, la encarcelaron y fue interrogada hasta doce veces, y, casi octogenaria, de tal modo la atormentaron con azotes que murió en la cárcel.

Conoció la muerte de la viuda del hijo de su marido martirizado, Carlos, del hijo de este matrimonio y de su propia hija mayor. En medio de su desgracia Cecilia conservó la fe y la paciencia, y vista la hostilidad de que era objeto, guardó una conducta prudente, no haciendo alarde alguno de cristianismo, pero transmitiendo la doctrina cristiana a sus hijos en el seno del hogar. Cuando, al llegar su hijo Pablo a los 20 años, ella le sugirió el matrimonio, él le dijo que quería dedicarse a continuar la obra evangelizadora de su padre mártir, y por ello terminó por irse a la capital, dejando a su madre y hermana en Majae. Ella temía los peligros por los que su hijo pasaba en su afán de pilotar un resurgimiento del cristianismo y aceptaba con mansedumbre que su hijo no pudiera proporcionarle ayuda alguna.
Pero el obispo de Pekín recriminó a Pablo que no prestara ayuda a su madre, y entonces éste en 1827 se la llevó consigo a la capital junto con su hermana Isabel. Aquí la vida le resultó muy difícil, tanto que ella decidió volver a Majae, pero luego se le ofreció hacerse cargo de la atención a los misioneros que por fin llegaban y entonces volvió a la capital. Ya muy mayor, aunque no pudo continuar atendiéndolos, oía cada día la misa y ayudaba a los católicos más pobres.
Empezó nuevamente la persecución en 1839 y se le dijo que lo mejor que podía hacer era irse, pero ella prefirió quedarse. Ella y su hija se dedicaron a prepararse para el martirio. El 1 de junio, ausente su hijo, fue arrestada. Cuando se le preguntó si era verdad que ella era católica contestó que sí, y cuando se la intimó a abandonar su religión y a delatar a los demás cristianos dijo que no y que estaba dispuesta a la muerte para conservar su fe, y dijo además que desconocía la dirección de los otros cristianos. Fue interrogada cinco veces y cada interrogatorio estuvo acompañado de cincuenta golpes de caña de bambú, que la dejaron muy maltrecha. Llevada a la cárcel, murió en ella el 23 de noviembre de 1839. Fue canonizada el 6 de mayo de 1984 en Seúl por el papa Juan Pablo II.
No hay comentarios:
Publicar un comentario