Martirologio Romano: En Barbastro en España, beatos Felipe de Jesús Munárriz Azcona, Juan Díaz Nosti y Leoncio Pérez Ramos, sacerdotes Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de la Beata Virgen María y mártires, fusilados por los milicianos en las puertas del cementerio durante la persecución contra la Iglesia por odio a la vida religiosa.

Como religioso fue un hombre de gran piedad, que mostró un gran amor a su Instituto, caracterizándose por su observancia de la regla y como forjador de misioneros. Como superior, destacó asimismo por su espiritualidad, su fidelidad a la Congregación, su diligencia en buscar el bien de quienes le estaban encomendados y por su hospitalidad. En 1934 fue nombrado superior de la comunidad claretiana de Barbastro.

Fue un hombre de consejo por sus criterios equilibrados y por su madurez. En Barbastro, preparó a los seminaristas para el martirio.

Era servicial y hasta espléndido, dentro de los límites de la pobreza. Sufría de hemorragias, y supo sobrellevarlo con gran ánimo. Fue fusilado junto con el beato Ceferino Jiménez Malla "el Pele".
En la tarde del 20 de julio de 1936 unos sesenta anarquistas armados irrumpieron en la comunidad de Barbastro en que residían sesenta Misioneros Claretianos, para practicar un registro y ver si escondían armas, como se había propagado calumniosamente de los religiosos durante aquellos últimos años. A pesar de no encontrar armas, fueron detenidos. Los misioneros vestían sotana. Durante el registro dos sacerdotes lograron salvar la eucaristía, la distribuyeron en parte y la escondieron en un maletín, entre ropa.
Hasta primeros de agosto, el comité de Barbastro se mantuvo en una actitud moderada. A partir del fusilamiento, por error, de cuatro anarquistas de Barcelona, cargados con un botín de objetos religiosos de oro y plata, se presentó en Barbastro Buenaventura Durruti, el jefe anarquista que atacaba Zaragoza, y exigió que se pusiese fin a tanta sotana y a la vida del Obispo, detenido en los Escolapios.
El 2 de agosto, a las dos de la mañana, se llevaron a cabo dos sacas de veinte presos cada una. Los fusilaron en el cementerio de Barbastro. Entre los ejecutados fueron los tres misioneros PP. Munárriz, Díez y Leoncio Pérez, que animaban a los otros sacerdotes a alcanzar la palma del martirio. Murieron al grito de «¡Viva Cristo Rey!». Desde ese día, ya nadie se hizo ilusiones. Había comenzado la hecatombre de mártires de Barbastro. Cada noche circulaban los nombres de las víctimas, y la certeza de que ningún sacerdote ni seglar católico había renegado de su fe, para salvar la vida, a pesar de las ofertas.
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