Martirologio Romano: En Milán, Italia, beata María Ana Sala, virgen de la Congregación de Hermanas de Santa Marcelina, que, entregada totalmente a la formación de las niñas, fue maestra cimentada en la fe y la piedad.

En 1848, entró a formar parte de de la nueva Congregación, comprendió de inmediato que su ideal y su misión tendrían que ser en la enseñanza, la educación, la formación de las jóvenes en la escuela y en la familia. Sor María Ana se santificó en la sencillez por su total fidelidad al Carisma de la congregación que había elegido. De su vida y ejemplo, surgen tres enseñanzas: la necesidad de la formación de un buen carácter firme, sensible, equilibrado; el valor santificador del compromiso en el propio deber, asignado por la obediencia y la importancia esencial de la obra educativa.
Su pedagogía fue la que su director espiritual, el beato Luis Biraghi, le recomendó: estar cercana, estar junto a las jóvenes en cada momento y circunstancia, participando de su vida cotidiana, en clases, en la capilla, en el comedor, en la recreación, en el dormitorio. Entre sus mejores alumnas, se recuerda a la jóven Judith Alghisi Montini, la que después sería madre del futuro papa Paulo VI. Llegó a la santidad por el cumplimiento de su deber y el trabajo cotidiano. Fue beatificada por SS. Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980.
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