Martirologio Romano: En Mantua, ciudad de la Lombardía, beato Juan Bono, eremita, que, siendo joven, abandonó a su madre y vagó por diversas partes de Italia, haciendo de malabarista y comediante. A los cuarenta años, con motivo de una enfermedad, prometió a Dios abandonar el mundo para darse a Cristo y a la Iglesia en el amor y la penitencia, fundando una congregación a la que dio la Regla de san Agustín.

Durante 40 años vivió una existencia de durísimo ascetismo. Fundó varios monasterios bajo la regla de San Agustín, pero de ascetismo más riguroso (los Bonitos); esta fundación se la conoce como la Orden de los ermitaños y dio lugar a los eremitas de San Agustín. Combatió y convirtió a muchos herejes patarinos. Su fama de santidad le llevaron a que fuera elegido como mediador en un conflicto entre Rávena y Cervia. Abrió en vida 26 eremitorios en Romaña y Lombardía y de todas las fundaciones fue el superior general, hasta su renuncia en 1238. Obró muchos milagros atestiguados en vida. Viendo cercana su muerte se retiró al eremitorio de Santa Inés de Mantua, donde murió poco tiempo después. Su cuerpo se conserva incorrupto. El papa Sixto IV confirmó su culto en 1483.
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