Martirologio Romano: En el monasterio cisterciense de Grottaferrata, en las inmediaciones de Frascati, cerca de Roma, beata María Gabriela Sagheddu, virgen, que murió a los veinticinco años, tras haber ofrecido generosamente su vida por la unión de los cristianos.
Nació en Dorgali, Cerdeña, en el seno de una familia humilde, y se llamaba María. En su juventud fue una cristiana más, que se limitaba a realizar lo básico. Era intransigente, y no había en ella demasiada piedad, aunque era muy exigente consigo misma y no paraba hasta terminar lo que había comenzado. A los 18 años empezó un cambio en su vida, recibió dos ventajosas propuestas de matrimonio que rechazó, y cada vez se sentía más atraída hacia la vida del claustro. Se inscribió en la Acción Católica y en sus ideales puso todo su ardor, aunque cada vez sentía más inclinación por la contemplación y la soledad.
Ingresó en el monasterio trapense de San José de Grottaferrata en 1935 e hizo los votos en 1937, y se puso el nombre de Gabriela. Descubrió el poder de la oración de intercesión. Bajo la influencia del padre Couturier, fue una de las monjas que ofrecieron su vida por la unidad de la Iglesia. La comunidad del Císter tenía una profunda amistad y fraternidad espiritual con la comunidad benedictina anglicana de Nashdon. La hermana Inmaculada, una religiosa anciana, se había ofrecido para la unidad de los cristianos, y al fallecer, Gabriela, que era una chica joven y robusta, se ofreció para ocupar su puesto, al poco tiempo tuvo que soportar una dolorosa enfermedad: la tuberculosis, y graves pruebas espirituales. Su muerte impresionó a los benedictinos anglicanos ingleses, que vieron en ello un inicio para la unidad de los cristianos. Fue beatificada por Juan Pablo II, el 25 de enero de 1983.
Ingresó en el monasterio trapense de San José de Grottaferrata en 1935 e hizo los votos en 1937, y se puso el nombre de Gabriela. Descubrió el poder de la oración de intercesión. Bajo la influencia del padre Couturier, fue una de las monjas que ofrecieron su vida por la unidad de la Iglesia. La comunidad del Císter tenía una profunda amistad y fraternidad espiritual con la comunidad benedictina anglicana de Nashdon. La hermana Inmaculada, una religiosa anciana, se había ofrecido para la unidad de los cristianos, y al fallecer, Gabriela, que era una chica joven y robusta, se ofreció para ocupar su puesto, al poco tiempo tuvo que soportar una dolorosa enfermedad: la tuberculosis, y graves pruebas espirituales. Su muerte impresionó a los benedictinos anglicanos ingleses, que vieron en ello un inicio para la unidad de los cristianos. Fue beatificada por Juan Pablo II, el 25 de enero de 1983.
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