Enviado de Dios. Mensajero. Menguante.
Nació en Furci, provincia de Chieti (Italia). Sus padres, de buena situación económica, eran muy mayores y sin hijos, hasta que pidieron al arcángel san Miguel que les diera un hijo..., y así fue y le llamaron Ángel. Tras la ejemplar educación recibida en los primeros años, fue confiado a un tío materno, abad del monasterio benedictino de Cornaclano, próximo a Furci, a cuyo lado progresó con rapidez tanto en ciencia como en virtud. Muerto el familiar, Ángel regresó a Furci.
Fallecido también poco después su padre, se dirigió a Vasto, ingresando en 1266 en la Orden agustiniana, donde realizó los estudios reglamentarios, accediendo posteriormente al sacerdocio. Muy joven aún, en torno a los veinticinco años, fue enviado a estudiar a la Sorbona de París, donde parece que permaneció durante cinco años. Vuelto a Italia, enseñó en varios conventos antes de ser destinado al estudio agustiniano de Nápoles, localidad en la que residiría ya hasta el fin de sus días.
Se distinguió como teólogo y orador. Se le atribuyen un comentario sobre San Mateo y una serie de sermones, obras todas ellas de las que en la actualidad se desconoce el paradero. En 1287 fue elegido superior de la provincia napolitana. Más tarde renunció a los obispados de Acerra y de Melfi. Murió en el convento de San Agustín a la Zecca de Nápoles, recibiendo sepultura en la contigua iglesia del mismo nombre.
El pueblo, que ya lo veneraba en vida como un santo, comenzó a invocarlo, obteniendo favores y gracias. Muy pronto fue incluido entre los santos patronos de la ciudad. Mayor aún fue y sigue siendo el recuerdo y la estima hacia su persona en la propia ciudad natal de Furci, que desde 1808 posee sus restos mortales. Su culto se confirmó el 20 de diciembre de 1888 por León XIII.
El pueblo, que ya lo veneraba en vida como un santo, comenzó a invocarlo, obteniendo favores y gracias. Muy pronto fue incluido entre los santos patronos de la ciudad. Mayor aún fue y sigue siendo el recuerdo y la estima hacia su persona en la propia ciudad natal de Furci, que desde 1808 posee sus restos mortales. Su culto se confirmó el 20 de diciembre de 1888 por León XIII.
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